No se cómo decir lo que quiero decir sin herir la sensibilidad del no-espectador, que encima es abrumadora mayoría, pero allá va. Éramos un total de 4 espectadores, 4, a las 10 de la noche de un sábado, y se acababa de estrenar una película bella, sutil, intensa, suave y fuerte a la vez, con grandes actores, excelente técnica y un tempo admirable. Al acabar el filme se me ocurrió pensar en qué era lo que estaba acabando con el cine, en varios sentidos a la vez, o sea, si era todo un mundo el que se acababa, y qué era lo que lo hacía acabar. Luego aparté esas ideas inútiles y dejé que en mi pantalla pasaran otra vez varias escenas de la película, empujadas por esa pasión de rememorar que es propia de las buenas digestiones, como estas lo son de la buena comida. ¡Ah!, se llamaba "El amor es más fuerte que las bombas", y visto el éxito de público creo que tiene contadas las horas en cartel.