El primer acto de la sesión de investidura, que tras la primera votación finalizará mañana con el resultado esperado: ninguno, salvo milagro de última hora, que ni está se le espera, transcurrió por los cauces previstos, ni más menos, a través del desarrollo del único guion esperado.

Pedro Sánchez, el candidato socialista encargado por el rey de formar Gobierno, se presentaba con las manos casi vacías, si no del todo, pues los 130 escaños del pacto PSOE-Ciudadanos no son suficientes para optar a nada. Será un gesto muy digno, puede que lo sea, pero no pasa de ser una candidatura ficticia, como se le ha reprochado desde el PP por parte de Rajoy. En esa posición de indudable debilidad, a Sánchez no le ha quedado otra que seguir buscando -con tiento pues con Rivera, el de Ciudadanos, ni él ni nadie sabe muy bien a qué atenerse- el acuerdo con Podemos, pidiéndole paso para formar ese Ejecutivo que denomina como de cambio y progreso.

Ha pedido Sánchez la abstención de los de Pablo Iglesias de todas las maneras posibles, clamando por el diálogo y la unión y enfrentando a Podemos al dilema de elegir entre un Gobierno presidido por Sánchez o la continuidad de Rajoy con todo lo que ello significa. Incluso le ha puesto un caramelo cercano, al asegurar que si facilitan que gobierne el PSOE, la semana próxima estarán funcionando y poniendo en marcha todos los proyectos comunes. Pero precisamente ese plazo de una semana es el que pone Podemos para iniciar nuevas conversaciones una vez fracasada la segunda sesión de investidura, un fracaso que por cierto es la primera vez que ocurre en España.

Pero Iglesias y sus dirigentes no entran por el aro con Ciudadanos por medio y parecen fiar todas las posibilidades a la repetición de las elecciones, en las que al final pueden tener sorpresas desagradables, pues su radical e intransigente actitud no gusta, sin duda, a parte de sus electores, que no acaban de comprender que Podemos no facilite ese cambio de Gobierno tan deseado -7 millones de personas han votado al PP pero 18 millones han votado en contra- cuando para ello no es necesario votar a favor sino simplemente abstenerse, pasar, cerrar la puerta al PP y abrir una vía a Sánchez para hacer una política de centroizquierda con muchos puntos en común.

Igualmente, el PP reiteró su voto en contra a través de un Rajoy tocado, crítico con el candidato socialista, pero tampoco mucho puesto que sigue con la idea de poder formar una gran coalición. Le acuso de haber aplaudido a los que llevaron España a la ruina, sin tener en cuenta que si Zapatero llevó a la ruina a España, el PP ha llevado a la ruina, o casi, a grandes capas de la sociedad española. Por su parte, en la réplica Sánchez acudió una vez más, como argumento principal, a la corrupción que sacude los cimientos de los populares y acusó a Rajoy de ser el tapón que evita la regeneración.

Mañana, acto final y luego dos meses de espera, tras los cuales, si sigue sin haber Gobierno, se convocarán el 2 de mayo las elecciones generales del 26 de junio.