Empieza a ser preocupante la obsesión de Pedro Sánchez por machacar a Mariano Rajoy. Como es preocupante el cordón sanitario anti-PP que teje el líder socialista. Lo menciona una y mil veces en todas sus comparecencias. De hecho, Mariano Rajoy formó parte de su discurso de investidura en demasiadas ocasiones. Mucho de nada en las palabras del candidato. Alude y elude según le conviene, no vaya a ser que el único pacto posible se le caiga porque, en realidad, da la sensación de que no sabe qué ha firmado con Rivera.

He visto y escuchado con atención a Sánchez y he visto y escuchado con atención a un Rajoy contundente acusando a Sánchez de ser un "bluf". Y vuelvo a decir que me preocupa la obcecación de Sánchez con Rajoy. Como si hubiera algo personal. Como si Rajoy se hubiera inventado la corrupción cuando Pedro Sánchez o por lo menos su partido, de eso sabe bastante. Y me preocupa también que cuanto más humilla Iglesias a Sánchez, más se arrastra este. Mientras con Rajoy pierde el respeto, con Iglesias utiliza un tono moderado y conciliador y eso a pesar de los tremendos insultos que Iglesias ha proferido contra el Psoe, el propio líder socialista y el expresidente del Gobierno Felipe González, al que Iglesias ha acusado de tener "las manos manchadas de cal viva". Pablo Iglesias, que presume de gritar la verdad, no soporta que a él se la digan y además se la argumenten. Un energúmeno en el más amplio sentido de la palabra. Irrespetuoso y patético en su afán por dar lecciones de moral. Para más inri a Patxi López la presidencia de la Cámara Baja le viene grande, pero bastante grande. Lo demostró en la sesión de ayer, con creces. Le faltan tablas a pesar de que su partido se las ha facilitado todas, primero en el País Vasco y ahora en Madrid. El PSOE tiene gente más preparada que López para haberle postulado en semejante responsabilidad.

Si Pedro Sánchez busca acabar con Rajoy y con el PP, por si acaso caen unas nuevas elecciones, se está equivocando de estrategia. Mucha gente que no tragaba a Rajoy empieza a verle una serie de virtudes hasta ahora ignoradas en el presidente en funciones. Me preocupan el desprecio y el odio latente que permanentemente se detecta en las palabras de Pedro Sánchez y de su equipo de ahora que, desgraciadamente, nada tiene que ver con el sentido de Estado que siempre han tenido los que Iglesias llama "la vieja guardia". Ya va siendo hora de que cuando se les pregunta por su programa y su proyecto de Gobierno dejen de aludir constantemente a Mariano Rajoy y al Partido Popular, con la misma desvergüenza con que eluden hablar de las diputaciones por si Rivera se les cabrea. No me gustan algunas dialécticas que posiblemente van a ser una constante a partir de ahora, salvo que la ciudadanía reaccione de una puñetera vez.