Vive en la selva, tiene orejas colgantes y trompa prensil, pesa seis mil kilos y luce unos colmillos muy grandes, pero nadie puede afirmar con rotundidad que se trate de un elefante, porque aún no se dispone de un certificado expedido por un zoólogo que lo haya confirmado. Algo parecido está sucediendo en Valencia, donde todos los concejales se encuentran imputados, pero nadie puede decir que la exalcaldesa tenga algo que ver con los presuntos delitos que haya podido cometer el ayuntamiento en pleno.

Siete mil detenidos, mil setecientas causas abiertas, y setenta mil millones de euros desaparecidos en combate, no parecen suficiente lastre para que los partidos lleguen a admitir que lo de la corrupción no es una anécdota, que no son casos aislados sino que se trata de una pandemia. Pero siguen insistiendo en que los culpables son excepciones, determinadas personas, nunca formaciones políticas, ni quienes las dirigen y controlan. Hace unos días apuntaba un canal de televisión que en estos últimos cuatro años han resultado detenidas cuatro personas cada día por mor de habérsele pegado en los dedos dinero público, de ese tan necesario para arreglar desafueros y socorrer miserias. Y es que los dirigentes parecen mirar para otra parte, para esa que se desvanece en un horizonte indefinido que sugiere un futuro incierto. De manera que parece obvio que un cambio de aires se hace necesario, que es imprescindible sacudir las alfombras y hacer limpieza general, porque la podredumbre nos está acorralando y los ácaros proliferan por todas partes. Pero los partidos clásicos no dan pasos para renovarse, para dejar atrás tanto mamoneo, y los nuevos pretenden abarcar demasiado.

"Polos de signos opuestos se atraen" o "los extremos siempre se juntan" son dichos que podrían aplicarse tanto a PP como a Podemos, ya que ambos coinciden en anunciar su voto en contra de la investidura de una hipotética candidatura de PSOE y C´s para formar gobierno. Ninguno parece apearse de su posición partidista para inclinarse hacia una decisión basada en criterios de Estado, porque en ese maremágnum de intereses la marcha del país es lo de menos, lo único que parece interesar es llegar al poder de cualquier forma.

Lejos quedaron aquellos próceres que de vez en cuando se acercaban a la generosidad, aceptando prescindir de lo próximo para actuar con amplitud de miras, aquellos que fueron capaces de pactar, aunando esfuerzos, en aras a ilusionar a la gente. Con el paso del tiempo, solo han ido quedando aquellos que gustan de usar el "y tú más", deplorable cantinela que ocupa la mayor parte del espacio de las declaraciones de líderes, lideresas, adláteres y mediopensionistas. Todos están deseando encontrar pajas o vigas en ojos ajenos ya que su inoperancia no les permite sacar pecho. Así, se frotan las manos cuando encuentran un frasco de brillantina en un ayuntamiento, al que dan la misma trascendencia que a las extorsiones del tres por ciento en las obras publicas, o se lanzan a tirar cohetes cuando descubren a un concejal que se ha pasado de la raya, porque aprovechan para compararlo con delitos de corrupción cometidos por exministros, presidentes o consejeros de comunidades autónomas.

Y en esta selva, donde nada ni nadie es lo que parece, los ciudadanos asistimos ojipláticos a tan lastimosas clases de zoología, a la falta de ética, a la ausencia de categoría de quienes pretenden dirigir nuestro país con tan poca impedimenta.