La historia no ha podido precisar cuando fueron trasladados a Zamora los gloriosos restos de san Ildefonso arzobispo que fue de Toledo, pero sí es un hecho que tan estimada reliquia se halla en nuestra ciudad; y aunque nos ha sido disputada durante largos años por los toledanos, ante los papas, reyes y Justicia del Reino, el tiempo ha venido a consolidar el derecho que a su posesión se nos negaba, y en Zamora están y seguirán estando los restos de san Ildefonso para respeto y veneración de los zamoranos.

Muchos años estuvieron ocultos y en el olvido los restos de san Ildefonso y hasta perdida la tradición de su existencia, lo que no es de extrañar teniendo en cuenta que esto sucedía en la azarosa época de la reconquista, titánica lucha que duró ocho siglos, durante los cuales nuestra ciudad estuvo bastante tiempo en poder de los moros, siendo destruida tres veces por los invasores que la codiciaban como plaza fuerte que era en aquellos tiempos. Las guerras fueron indudablemente la causa de que se olvidara la tradición y se perdiera la memoria de la existencia en Zamora del cuerpo de san Ildefonso.

Pero tan inestimable tesoro no podía quedar oculto y perdido para siempre y la misericordia divina se encargó de descubrirlo por medio de las revelaciones a las que vamos a hacer referencia, tomada de la historia manuscrita de don Manuel Novoa, cura rector que fue de la iglesia de san Vicente de esta ciudad:

En el año de 1157 o en el 1158, llegó a Zamora un pobre y humilde pastor, natural de los montes de Toledo, y entrando en la iglesia de San Pedro, después de orar largamente, púsose a mirar a todas partes y con tanta insistencia lo hacía, que llegó a infundir sospechas a los encargados de la custodia del templo que llegaron a temer que fuera un ladrón, por lo que le obligaron a salir de la iglesia. El pastor protestaba alegando que no venía a hacer cosa mala, pero sus protestas y ruegos fueron inútiles, terminando por pedir que le indicaran un buen sacerdote al que quería revelarle grandes e importantes secretos.

Presentáronle a un anciano y venerable varón llamado Diego, y arrodillándose ante él en confesión, le manifestó que estando en su tierra de Toledo se presentó un día ante sus ojos un obispo de hermoso rostro, semblante venerable, todo lleno de gloria y esplendor y mirándolo con voz grave le había dicho: "Yo soy Ildefonso que en tiempos pasados fui arzobispo de Toledo, ven y sígueme". Yendo en pos de él, llegó a esta ciudad y la iglesia de San Pedro, y señalando con el dedo a una parte del templo la voz le había dicho: "Aquí yace mi cuerpo", desapareciendo después.

Suspenso ante tal revelación, el sacerdote Diego no quiso tomar por sí mismo resolución ante tan importante asunto; llamó al cabildo, convocando también a diferentes seglares, personas virtuosas, a quienes comunicó cuanto el pastor le había manifestado, acordando todos los reunidos no intentar nada por el poco crédito que merecía un pastorcillo pobre, desconocido y forastero, dejando que todo continuara igual por el momento.

Murió el sacerdote Diego dejando gran confusión en los ánimos del pueblo, pero quedando la impresión de que en la iglesia de San Pedro de Zamora existía el cuerpo de san Ildefonso. Muchos años transcurrieron sin que se supiera el lugar en que se hallaba el cuerpo del santo y sin que se hicieran nuevas investigaciones para descubrirlo, hasta que en 1258 cuenta fray Juan Gil, que la Virgen del Viso apareció en sueños a un pastor llamado Pascual, vecino del pueblo de Jambrina y le mandó que fuera a la iglesia de San Pedro de Zamora y confesase con el cura de ella, diciéndole de parte de la Virgen, que el cuerpo de san Ildefonso estaba encerrado y sin veneración en dicha iglesia, que hiciera gestiones para sacarlo, colocándolo en lugar donde fuese conocido y reverenciado por todos.

Vino el pastor Pascual a Zamora , confesó en efecto con el señor cura, que según la historia era un sacerdote natural de Torregamones, le hizo la revelación de lo que le había dicho la Virgen, indicando el sitio donde el santo cuerpo estaba escondido.

Advirtió el cura a Pascual que guardara secreto y silencio de lo que le había revelado y dio cuenta al obispo don Suero Pérez a quien cupo la dicha de descubrir el cuerpo de san Ildefonso. Antes de que ese momento llegara, quiso Dios hacer una tercera revelación por medio de Pedro Domínguez, vecino de Lugo, el cual vino a quedar ciego por completo y al parecer secos los ojos y buscando en el cielo el remedio que no podía encontrar en la tierra, dio en acudir a los santuarios mas célebres por los repetidos milagros que obraba el señor, yendo con tal fin a la ciudad de Ávila al sepulcro de San Vicente Mártir y estando en dicha ciudad una noche vio en sueños a un obispo vestido de pontifical, de venerable rostro, que le dijo: "Soy Ildefonso obispo que fue de Toledo, si buscas remedio a tu ceguera vete a Zamora a la iglesia del Apóstol San Pedro, que allí han de hallarse mis reliquias, visitándolas serás sano, que para ellas está reservada la salud corporal". Desapareció la visión y el ciego no le dio crédito, marchando desde Ávila a la ciudad de Braga para visitar el cuerpo de san Gualdo, y allí volvió a aparecérsele san Ildefonso, diciéndole las mismas palabras, pero tampoco hizo caso de este segundo aviso y el bueno de Pedro Domínguez marchó desde allí a Compostela a visitar el cuerpo del Apóstol Santiago; por tercera vez se le apareció en Compostela san Ildefonso, diciéndole lo mismo que en ocasiones anteriores, y creyendo ya en estos divinos avisos, púsose en camino para Zamora, llegando aquí tres días después de la Santa Invención de San Ildefonso y adorando con devoción las reliquias y llegándoselas a los ojos, recuperó la vista.

Veamos cómo fueron descubiertas las reliquias de San Ildefonso:

Con el fin de ensanchar y extender la iglesia de San Pedro, el obispo don Suero Pérez ordenó el comienzo de las obras, y sucedió que el día 26 de mayo de 1260, estando profundizando el suelo para hacer los cimientos de uno de los pilares, descubrieron un arca cuadrada, de piedra, que a los golpes fue rota en dieciocho pedazos, apercibiéndose entonces los obreros de que aquellas piedras cubrían restos humanos y contenían una inscripción; procuraron reunir los pedazos mas grandes y pudieron leer: "Patris Ildefonsi, Archiopiscopus Toletani"

En la obra de Manuel Novoa, de la que se tomaron estos datos, se afirma que existe una escritura pública en el arca de plata que conserva los restos de san Ildefonso que relata el suceso: "Que tan luego como el cura de San Pedro dio cuenta al obispo don Suero de cuanto el pastor de Jambrina le había manifestado, desando cerciorarse de la verdad, el propio obispo fue a la iglesia de San Pedro en la que ejecutaban las obras de ensanche y después de decir una misa mandó descubrir la parte que señalara el pastor y encontrando el arca de piedra, gozoso y satisfecho mandó cubrir nuevamente colocando buena guarda y tras esto convocó al clero y pueblo de la ciudad, comarca y ciudades convecinas y vestido de pontifical, con grande acompañamiento de sacerdotes, todos con luces encendidas, previa fervorosa oración, tomó un azadón en sus manos y por sí mismo comenzó a cavar; descubrió una caja antigua de tosca piedra y dentro de ella otra de madera de ciprés, que en caracteres latinos tenía esta inscripción: "Hic iacet corpus Ildefonsi".

Recogidas las reliquias del santo, fueron envueltas en un rico cendal de seda roja y metidas en otra caja que se colocó y depositó en la parte derecha del altar mayor, cerrando con tres llaves.

Guardados en la forma dicha los restos de san Ildefonso, no se descubrieron hasta el 22 de agosto de 1462, en que expuestos a la veneración de los fieles estuvieron hasta el 5 de octubre siguiente en que fueron colocados en el altar de la capilla mayor dentro de él y de un arca de piedra y dentro de esta otra de ciprés, en cuyo sitio estuvieron hasta el 26 de mayo de 1492 en que se subieron a la capilla alta, en la que todavía hoy se conservan.