Como si el guion de su actuación política en las últimas semanas se copiara directamente de la Transición, Pedro Sánchez y Albert Rivera tratan de emular, o desde luego lo parece, los pasos, las palabras y los gestos de Adolfo Suárez. Similitud con aquel proceso hay mucha, pero ellos, además, tratan de resaltarlo. "Llevemos con normalidad al pacto de Gobierno lo que la calle considera normal", es un tuit de Albert Rivera de hace dos días inspirado en la famosa frase de Suárez "llevemos a las leyes con normalidad, lo que en la calle ya es normal", pronunciada en el hemiciclo cuando el rey le encargó la formación del Gobierno. Nadie creía entonces en Suárez, salvo él mismo y el rey que le propuso formar gabinete. Nadie creía en Pedro Sánchez hace dos semanas, salvo él mismo y el actual monarca que le encargó buscar la gobernabilidad, después de que Rajoy declinara por dos veces el ofrecimiento. El famoso articulo titulado "Qué error, qué inmenso error", escrito por el historiador Ricardo de la Cierva en el "El País" al conocerse el nombramiento de Suárez, está en realidad parafraseado estas semanas por barones, periodistas y políticos tan incrédulos como el franquista De la Cierva en aquella coyuntura.

Pero Albert Rivera tiene bastante razón. La calle, la opinión pública, quiere Gobierno de una vez y el pacto suscrito por Ciudadanos con el PSOE no es más que un paso, atrevido aunque insuficiente, para que la gobernabilidad sea posible. Ya se verá.

Nadie podrá negar a Rivera y a Sánchez su coraje, que los más timoratos consideran temeridad. Nadie les podrá tachar de inmovilistas, posición en la que hoy, técnicamente, coinciden por un lado el Partido Popular, acosado por el estallido continuo de casos de corrupción, y por otro Pablo Iglesias que hasta el momento, después de haber protagonizado un emprendimiento político exitoso de cero a sesenta y nueve diputados, demuestra más habilidad para la fotografía y el marketing que para la política parlamentaria. Alguna razón tendrá Albert Rivera en ese tuit cuando una encuesta de Metroscopia advierte que la mitad del electorado del PP y la mitad del de Podemos no ve mal el pacto PSOE-Ciudadanos. Es decir, si sumáramos los electores de Ciudadanos y del PSOE, aunque solo fuera tres cuartas partes de cada uno para dar espacio a los discrepantes internos, más la mitad de los del PP y Podemos, y la mitad de otros partidos casi desaparecidos de escena, veríamos como una mayoría muy apreciable de personas desea que ese polémico pacto avance. Igual, igual, que en la Transición cuando se criticaba con dureza el empeño de Suárez, pero buena parte de los que estaban de acuerdo con el régimen que terminaba, e incluso de los partidarios de una izquierda radical, deseaban que hubiera un Gobierno razonable para salir del atolladero.

¿Quiere esto decir que Sánchez y Rivera lograrán salir adelante con ese proyecto compartido, porque creen que es lo que toca hacer en defensa del país? No necesariamente. Quiere decir que, termine como termine, se ha abierto un espacio de centralidad política que probablemente se fortalecerá porque, de nuevo, a pesar de la grave crisis económica que se vivía y la que se vive hoy, la política ha pasado a ser la principal preocupación de los ciudadanos, en todo este proceso, a la vista de esa encuesta, que debería hacer reflexionar a Rajoy a Pablo Iglesias, no se puede negar la coherencia del electorado: votó colectivamente que los partidos deban entenderse alcanzando pactos y por eso negó la mayoría absoluta a cualquiera de ellos y premia, al expresar su opinión, a los que tratan de interpretar ese mandato y se arriesgan a moverse.

Pero aún con el reconocimiento a ese intento de ambos al asumir riesgos, Pedro Sánchez y Albert Rivera, conocedores como nos consta de la obra de Suárez, deben recordar el titulo de uno de los últimos libros sobre la vida del piloto de la Transición: "El presidente inesperado". Nadie puede garantizar que este proceso critico que estamos viviendo no nos traiga un jefe de Gobierno inesperado. Se verá.