Escenificado el kafkiano acuerdo de gobernabilidad -pero sin posibilidad práctica de formar Gobierno- que protagonizaron Sánchez y Rivera, PSOE y Ciudadanos, las respuestas desde todos los ámbitos han sido inmediatas y contundentes. El PP lo ha calificado de fraude y pantomima y Podemos de deshonestidad, reiterando tanto Rajoy como Iglesias -los extremos se tocan- que votarán no en la investidura. En la calle, y a través de las encuestas ya aparecidas, la gente expresa su seguridad absoluta acerca de que Sánchez no será investido presidente. Lo que conduce de cabeza a unas nuevas elecciones generales -puede que sin Rajoy ni Sánchez- que, previsiblemente y según los sondeos, darán unos resultados tan similares -con algunas subidas y bajadas de votos poco importantes- que después del 26J, la fecha en que se espera la repetición de los comicios, todo seguirá poco más o menos igual.

Ello ha originado que algunos partidos se preocupen ya más de la venidera campaña electoral que de la sesiones del 1 y 5 de marzo. El primero fue el PP con los viajes de un Rajoy políticamente acabado, al que ya se pasea como una reliquia por parte de los suyos. También desde Podemos se muestra esa proyección electoral, con nuevas estrategias. Por parte del PP, usando como siempre, pese a los pésimos efectos conseguidos, el mensaje del miedo, que sin olvidar a los de Pablo Iglesias como objetivo principal se extiende ahora a PSOE y Ciudadanos. En Zamora, sin ir más lejos, han podido apreciarse en estas últimas fechas apocalípticos recados contra todo lo que se mueve, cifrando una vez más la gobernabilidad, la estabilidad, la prosperidad, la felicidad, en fin, en un Gobierno del PP o con el PP pero presidido por Rajoy, la gran coalición, un empeño que sigue pareciendo imposible de cara al presente pero en el que se continua insistiendo desesperadamente como último recurso para salvar una nueva cita ante las urnas que podría suponer el batacazo final y definitivo.

Cuidado que le ha ido mal al PP con sus campañas del miedo. Es que no le ha podido ir peor. O el PP o el caos, afirmó el presidente provincial del partido, y perdieron las principales alcaldías: la capital, Benavente, Toro, Morales y otras. Repitieron la cantinela otra vez antes del 20D y consumaron la debacle histórica de 2015. No han escarmentado, sin embargo, y ahí esta Maíllo asegurando en Toro que si no Gobierna el PP Zamora puede despedirse de otros AVE y de la autovía a Portugal, y luego en explicable ataque de fervor marianista diciendo que ya quisiera él que Mariano (Rajoy) fuese de Zamora. Toma ya. Y es que el presidente en funciones ha sido declarado persona "non grata" por el Ayuntamiento de Pontevedra, su tierra natal. Luego, la presidenta de la Diputación declarando afligida que la supresión de estas instituciones que quieren llevar a cabo PSOE y Ciudadanos significaría un desprecio a los vecinos de los pueblos. Lo que significaría serian 30.000 millones de euros de ahorro, mucho dinero público que no tendría que salir del bolsillo de los contribuyentes. Y no solo las diputaciones, sino los entes duplicados. La sede del Consultivo sería un sitio idóneo para el museo de Semana Santa.