Cumplidos algo más de dos meses desde las elecciones generales, nada se vislumbra en el horizonte sobre los nuevos modos y maneras de gobernar España, de momento tan solo una declaración de intenciones (del dicho al hecho un trecho, a veces insalvable), porque de la nueva forma de hacer política de la que algunos blasonaron, nada de nada. Los nuevos, sin apenas reflejos, caen en viejas formas y fórmulas nada aconsejables que en el caso de Podemos pasarían por una subida de impuestos que volvería a doblar a la casi extinta clase media, a la clase trabajadora.

Los prejuicios ideológicos nunca han estado tan presentes como hasta el presente momento, con el no y no rotundo y pueril de Sánchez y el trazado de líneas rojas insalvables de Iglesias. Se han hecho y dicho cosas que con el paso del tiempo servirán para avergonzar a sus autores y sacarles los colores, siempre que les quede algo de vergüenza, por el sectarismo de que han hecho gala. Que nadie crea que en España han cicatrizado algunas heridas al igual que no se han superado ciertas cuestiones relacionadas con la ideología, más propias del 36 que de los tiempos actuales.

Estaba deseando ver, oler, oír y tocar la política de nuevo cuño, la nueva política que los nuevos chamarileros del manejo político venían ofertando. Y solo veo que se está abriendo España en canal. Se está fomentando el odio. Se quiere volver a tiempos que deben permanecer en las páginas de la historia para que no olvidemos, y ya está. No es posible que la política de nuevo cuño que unos cuantos tratan de vendernos consista en utilizar dinero público para sufragar actos pretendidamente culturales donde se hace escarnio a quienes profesan otras ideas y creencias religiosas.

No es posible que la política de nuevo cuño llegue para repartirse poltronas, las mejores y más enjundiosas antes de sentarse a negociar y desde las que se pretende humillar a según qué estamentos del Estado, como son las Fuerzas Armadas: Ejército, Policía Nacional, Guardia Civil. Porque eso también hay que contarlo, con toda la información que hay al respecto. De nuevo cuño es criticar las huelgas después de haberlas fomentado desde el activismo militante. Y mirar hacia otro lado ante nuevos desahucios es también de nuevo cuño. Y ¿qué me dice de viajar en metro o en bus urbano siempre y cuando se esté acompañada por un fotógrafo que se encargue de inmortalizar el momento?

Y ya, para colmo, ¿es de nuevo cuño político, amenazar a la Iglesia católica, burlarse de ella, ponerla en solfa, cuestionarla y con ella a los millones de católicos españoles, mientras se corre un tupido velo sobre otros regímenes donde se lapida a las mujeres que han sido violadas (algo habrán hecho), se corta la mano a los ladrones, se ahorca a los homosexuales, se fomenta la esclavitud sexual y se suprime sistemáticamente la libertad de expresión? Si a eso lo llaman política de nuevo cuño o nueva política, francamente, virgencita, que nos quedemos como estamos.