Pues sí, ya hay pacto para la investidura, pacto PSOE-Ciudadanos como estaba cantado, pleno de voluntarismo pero que, o se produce casi un milagro, o está destinado a la nada, pues Iglesias y Errejón, el número dos de Podemos, se han apresurado a reiterar que su partido no se abstendrá, votará en contra, y que por tanto no habrá Gobierno. A no ser, claro, que Albert Rivera consiga que el PP se abstenga en la votación que, por cierto, se ha adelantado al día 1 de marzo. Difícil va a resultar, a no ser que alguien juegue con bazas ocultas de gran calado.

Había puesto Ciudadanos cinco condiciones para el acuerdo: la desaparición de las diputaciones, el fin de los aforamientos, un máximo de ocho años para el mandato presidencial, la despolitización de la justicia y rebajar a la mitad, a 250.000, las firmas para impulsar iniciativas legislativas populares. Una reforma constitucional exprés, según se ha denominado, que habría de empezar a llevarse a cabo en el primer trimestre de la legislatura. Unas condiciones con las que, en general, la gente quedaría satisfecha, pero que mucho, lo mismo que Pedro Sánchez que se ha apresurado a aceptar la propuesta, mientras por otro lado su equipo de negociadores seguía reunido con Podemos, IU, y Compromís.

Porque eso es lo que el PSOE va a seguir intentando, por su parte, hasta el último momento y la última oportunidad: llegar a un entendimiento suficiente con Podemos y las otras izquierdas para desbancar al PP y hacer realidad el cambio por el que los electores han apostado. Cabe darle a Sánchez iguales posibilidades de convencer a Pablo Iglesias como a Rivera de poner de su parte a Rajoy: casi ninguna, por no precisar que ninguna, salvo lo ya comentado: que se juegue con bazas ocultas, lo que supondría un resultado imprevisto y una sorpresa mayúscula. Grata por otra parte a una buena parte de la sociedad, que ha roto con el PP, pero que teme los radicalismos planteados por Podemos -entre ellos, nuevas subidas de impuestos- y prefiere un Gobierno de centroizquierda, más o menos.

Si al final sale Sánchez, por una u otra causa o maniobra, investido como presidente del Ejecutivo, de todos modos al PP le queda munición en su recámara y ya hace tiempo que Rajoy ha anunciado que cualquier reforma de la Constitución que se plantee tendrá que pasar por el Senado, donde los conservadores ostentan una mayoría suficiente para bloquear cualquier proyecto, algo absurdo que solo sirve para remachar la necesidad de que la desaparición de esta institución entre también, en cuanto se pueda, dentro de los planes de reforma, como se quiere hacer con las diputaciones.

En cualquier caso, el PSOE tiene ahora que consultar a sus bases si acepta o no el acuerdo o principio de acuerdo con Ciudadanos. Costará trabajo porque muchos no comprenderán un pacto que no cuenta con respaldo matemático de apoyos, que previsiblemente conduce al fracaso, y que costará, lo más seguro, que los socialistas no gobiernen después de haber gozado de la oportunidad de hacerlo al lado de Podemos, por más que se reconozca que pueden ser unas amistades peligrosas.