Conozco al PSOE desde los inicios. Entiéndase, desde los inicios de su reconstrucción posdictadura. Recuerdo con nitidez que mi primera rueda de prensa, cuando hacía prácticas de verano en Radio Zamora, fue con Juventudes Socialistas. Su sede, a la sazón, estaba en San Torcuato, poco más allá de donde estuvo el Bazar J, en un piso que recuerdo viejo, lóbrego y oscuro. He olvidado el tema, pero salí pensando que eran unos rojazos de campeonato. También recuerdo las sede que tuvo el PSOE en la estación vieja de autobuses. Me encantaba al principio, cuando tenía bar. Por aquel entonces los socialistas zamoranos desprendían una imagen poderosa: eran muchos, o eso parecía. Y trataban con aires de superioridad a los de la gobernante UCD, en quienes venían solo herederos "light" del régimen anterior. No digamos, a los "fachas" irredentos de AP. Ellos, en cambio, exhibían "pureza de sangre" democrática y de izquierdas, eran el no va más. No había otra izquierda real y posible que ellos. El PCE nunca tuvo la menor oportunidad, errores o aciertos al margen. Franco había vacunado a conciencia a la población, que se asustaba con solo oír la palabra "comunismo". Además, el PSOE le arrebató todas las banderas. No a la OTAN, expropiación de lo que hiciera falta, arriba los parias del mundo, vamos a dejar este país que no lo reconozca ni la madre que lo parió? En ese ambiente se fraguó su enorme victoria del 82, que duró casi catorce años.

Y ahí se echó a perder. En esos años de victoria tras victoria, mayoría tras mayoría. Es verdad que los grandes poderes yo lo habían embridado bien antes de esa victoria, obligándole a comerse sus radicalidades, su marxismo, su izquierdismo sin complejos: en aquellos años, por ejemplo, "socialdemócrata" era un insulto para los socialistas. Pero el poder no tardó en maniatarlo, derechizarlo y corromperlo. Eso en las alturas. En las bajuras zamoranas su conversión en simple maquinaria de poder fue desanimando a la militancia, a los mejores, a los idealistas, a los socialistas de verdad. Los que nunca se desaniman, como sabe todo el mundo, son los peores, los menos preparados, los oportunistas, los ambiciosos. Y esos, purga tras purga, desánimo sobre desánimo, son los que fueron quedándose con un partido que dejó de tener bar, porque ya no iba la gente por la sede y dejó de tener vida porque de pronto era tan pobre que solo disponía de poder. Hoy, que ni siquiera tiene poder, no es ni sombra de lo que fue. Hoy es más apariencia que realidad. Apenas va gente a sus escasas asambleas internas. La poca militancia que le queda tiende a la pasividad, porque la actividad dejó de llevarse hacia la tira, por decirlo así. Y sin embargo, sigue teniendo algunos idealistas, gente que se siente socialista de verdad. No digamos, entre su aún gran masa de votantes.

Y yo me pregunto, con este contexto y en este momento histórico concreto, qué pensarán esos socialistas que aún resisten en el artrítico PSOE ante esa visión de su líder máximo, Pedro Sánchez, intentando pactar como sea con Ciudadanos y despreciando sin disimulo a quienes hoy, desde Podemos, intentan poner en pie una fuerza de cambio y transformación no más "radical" de lo que fue el PSOE de antes del 82. ¿De veras puede un socialista sentirse cómodo con las doctrinas neoliberales que propugna la nueva derecha de Rivera y Garicano? ¿Sí? ¿Más que con un programa de cambio y transformación, de justicia social y democratización profunda de la sociedad? Y se lo pregunto, como digo, a los socialistas anónimos que aún quedan en las bases y entre los votantes del PSOE. No a sus dirigentes ni nacionales ni locales, como es obvio. Me parece inverosímil, insólito y suicida el empeño en dar prioridad al pacto por la derecha, pese a que los números no dan y es una opción perdedora de por si. Diríase, y que me corrijan si no, que los actuales dirigentes, "dueños" y "barones" del PSOE sienten verdadera alergia a lo que ellos representaron en su día: el cambio, la transformación y la justicia social. Si es así y así parece que es, pobre PSOE. Hará un poco más lento el nuevo e imprescindible cambio que necesita el país, pero este acabará llegando igual? aunque sin él.

(*) Secretario general de

Podemos Zamora