Esperanza Aguirre es así. Se levantó de buena mañana, en fiesta de guardar, y sin irse del todo, anunció a bombo y platillo que se va. Deja la presidencia del PP madrileño, no sé si en buena o mala hora, siendo como son procelosas las aguas del Manzanares que riegan Génova. Se desbocó uno de sus caballos ganadores, de nombre Francisco Granados. Nada más y nada menos que el número 2. El alcalde de Valdemoro le caía bien a la doña. Le parecía agradable y listo. Tan listo, que se pasó y le dejó en herencia la Púnica. Una más de las muchas herencias envenenadas que torpedean el seno del Partido Popular. La Taula es la otra que requiere la urgente dimisión de Rita Barberá, atrincherada en el Senado. Parece que la doña valenciana no está por la labor. Es incapaz de dar un paso a un lado, abrir puertas y ventanas y que entre aire renovado, limpio, nuevo.

En principio Esperanza Aguirre se ha mirado en el espejo. Juan Vicente Herrera se lo aconsejó a Mariano Rajoy con poco éxito. Bien es verdad que el presidente Herrera podría regalar algún que otro espejo espejito a algunos de los cargos más próximos al presidente de Castilla y León. Estoy segura de que el azogue no aguantaría. No hay peor ciego que el que no quiere ver, señor presidente. Y es peor no ver lo que te rodea que no querer mirarse en el espejo. Esperanza lo ha hecho y la imagen reflejada no ha debido ser de su gusto. Ha hecho bien. Ha dado una lección frente a los que se apalancan en el sillón y no se mueven ni aunque los echen.

La corrupción lastra, ¡y de qué manera!, al Partido Popular. Bien es verdad que el Partido Socialista no se queda corto. El partido de Pedro Sánchez tiene 260 causas abiertas por corrupción. Dicen los expertos que los Ere superan con creces a la Púnica, la Gürtel y la Taula juntas. Solo que mientras el Psoe gestiona bien sus múltiples casos de corrupción, el PP no sabe hacerlo y los goles le llegan de frente y por las dos escuadras.

Da la sensación de que Esperanza Aguirre trata de salir indemne de la debacle que puede llevarse por delante al Partido Popular. La doña va a seguir en el Ayuntamiento de Madrid haciendo oposición a Carmena y las mareas que pugnan por ahogarla. Lo que antes decía, se va, pero se queda. Antes se fueron otros, desanimados o puede que medio olvidados en el partido por el que todo lo dieron. En algunos casos es verdad que recibieron mucho más de lo que dieron. Pero ese no es el caso de la doña. Estimo que ha protagonizado un acto de responsabilidad. Mientras todos los que accedan a la política crean que el cargo es vitalicio, vamos de culo y cuesta arriba. Hay que enseñarles que ni aforamientos ni perpetuidades. Que todo tiene fecha de caducidad y que no están por encima del resto de ciudadanos.

La doña madrileña protagonizó la noticia del pasado domingo. El golpe que le asestó Granados fue tan potente que la herida no sana. Esperanza Aguirre vuelve a ir por delante de su partido. Su dimisión debería ser la primera de una larga lista.