Pasó el carnaval y Zamora se encamina ya hacia su Semana Santa, el acontecimiento turístico de cada año y el que más con más intensidad se vive en la ciudad. Y el ambiente de la proximidad se deja ya notar de forma viva, aunque en realidad sea un ambiente siempre presente, pues apenas ha terminado la última procesión ya se empieza a pensar en la siguiente, en plena actividad de las cofradías.

Por su parte, las celebraciones festivas de los días pasados han sido muy animadas y brillantes, aunque tal vez se hayan notado menos participación que en años anteriores salvo en el caso de la gente menuda, siempre entusiasta y divertida con sus disfraces como se hizo patente en todos los desfiles. El tiempo, en general, acompañó, y el Ayuntamiento de la capital ha pasado con nota la prueba a través de una programación amplia, cuidada, y además casi 30.000 euros más barata que la anterior.

El Pórtico Musical, que lleva ya 14 años llevándose a cabo con reconocido éxito, será el paso siguiente e intermedio de camino a la Semana Santa, y adquirirá en esta ocasión especial relieve, como de inicio no solo a los cultos y desfiles procesionales sino igualmente a la posterior celebración en la ciudad de Toro de una nueva edición de Las Edades del Hombre que atraerá durante meses a la provincia zamorana una gran cantidad de turismo. Los conciertos tendrán lugar en el marco idóneo de la iglesia de San Cipriano, en la primera semana de marzo, y tienen como novedad la recuperación de las obras de polifonía medieval localizadas en el Archivo Histórico. Y todo servido por un gran conjunto de intérpretes.

Luego, ya, la Semana Santa, con la esperanza abierta en los presupuestos oficiales para tener un nuevo Museo, y con una novedad histórica que originó en su momento un duro debate forjado desde el grupo municipal del PP en el Ayuntamiento que se rasgó las vestiduras cuando supo que el alcalde, Francisco Guarido, no haría el tradicional juramento del Silencio ni asistiría a los actos religiosos, algo que estaba en su programa electoral. El buen sentido de los dirigentes de la cofradía puso fin a la demagógica polémica promovida con fines políticos, comprendiendo las razones de la primera autoridad local, y decidiendo que cada año fuese un zamorano distinto el que cumpliese con el rito.

Ahora ha sido el obispo de la diócesis, Gregorio Martínez, el que ha tenido la oportunidad de pronunciarse al respecto y lo ha hecho con palabras que no dejan ni dudas ni lugar para la insistencia, pues no solo considera la ausencia del alcalde como algo puro y eclesial sino que expresa su firme convicción de que lo mejor para todos es no mezclar la política con la religión, vestigio de unos tiempos que ya pasaron. Qué razón tiene el obispo, pero aquí ya se sabe que hay muchos más papistas que el papa, sobre todo cuando existen intereses, políticos o de la clase que sean, por medio.

Por cierto, que el obispo lleva ya nueve años en Zamora, donde se encuentra encantado, lo mismo que los zamoranos con su obispo. Conoce ya el patio, pues.