Con esa frase respondía Bartleby a su patrón cuando este le requería para alguna tarea nueva. Era un escribiente de mediados del siglo XIX, protagonista de un relato del escritor Herman Melville. La historia de este curioso personaje de ficción concluye con su muerte, toda vez que decidió no escribir más, ni abandonar la oficina de la que es despedido. Lo encarcelan por vagabundo. Allí se dejará morir de hambre. Muchas han sido las interpretaciones de este célebre cuento, unas afirman que estamos ante la negación de seguir contribuyendo al engranaje de un sistema social opresor, otras quieren ver una manifestación de la teoría del libre albedrío, aunque la mayoría atribuyen el comportamiento catatónico del oficinista a algún tipo de enfermedad, como la esquizofrenia o el autismo. También se realizan frecuentes comparaciones con personalidades de la vida real: con el propio Melville, con Adler y, se me ocurre, con el señor Rajoy. Su extraño comportamiento resulta un enigma, sobre todo los últimos meses. Es posible que haya aceptado su final y la desolación sea una circunstancia ineludible.

Las lecturas te permiten conocer a Bartleby, también te pueden salvar de demagogos, esos predicadores que tratan a los pueblos como si fueran idiotas. Desde Mao, pasando por Perón o Chávez, para llegar al último fantoche: Donald Trump. Los hay de izquierdas, derechas, nacionalistas o internacionalistas. Todos han caducado. Sobre todo, sus ideas, pero sólo te darás cuenta si has leído libros.

La literatura nos facilita la comprensión del mundo, de la vida y hasta de personajes tan siniestros como el presidente en funciones de España. Los libros de ficción nos mejoran, nos hacen más autónomos y valientes. Sobre todo, nos convierten en personas más libres. Sí, como suena: son fuente de libertad. Amplían nuestras opciones a la hora de elegir, pues orientan las decisiones con más elementos de juicio; extienden nuestro horizonte comprensivo, por tener a mano mundos imaginados gracias a las novelas; profundizan en el entendimiento de las emociones humanas, al tener que sufrir o gozar con "Don Quijote" o "Madame Bovary"; pero sobre todo amplifican nuestra capacidad para ser felices y ayudar a serlo a quienes nos rodean.

Las lecturas pueden salvarte de la desesperación, de la angustia y de la ansiedad. En ellas encontrarás esperanza y caminos por recorrer, consuelo y compañía en la hiriente soledad. También te proporcionarán pausa, distancia ante las urgencias que no puedes atender. En nuestro tiempo de ocio buscamos distraernos, ocupar nuestra mente en asuntos menos comprometidos que los laborales o familiares. Meterse en una buena historia resulta muy estimulante y enriquecedor. Como la que narra Ian McEwan en "La Ley del menor". Si el escritor tiene la maestría de este inglés, el goce está asegurado. Además, te verás obligado a reflexionar sobre peripecias y decisiones vitales, que de otra forma nunca te plantearías. Tendrás que someter tus creencias y firmes convicciones al cuestionamiento que provocan los personajes ficticios. Eso sí que es real, poner en duda tus inamovibles verdades, tus enquistados cimientos ideológicos. Y qué sano. Se suele decir que los fanatismos se curan viajando o leyendo. Posiblemente, aunque muchas veces, viajeros y lectores se mueven con una "mochila" tan pesada que apenas disfrutan, tantos son sus prejuicios y dogmas.

Meterse en la lectura de tratados de filosofía, de historia, ciencias u otras disciplinas resulta necesario para nuestro trabajo, para aprobar el curso en que estoy matriculado o porque debo saber más de la crianza de los hijos. Aunque también podemos leer libros de ensayo con otras expectativas, tan sugestivas como las que nos empujaban hacia una novela. Veamos, si tomáis entre vuestras manos "Los Ensayos" de Montaigne, mejor la edición de Acantilado, se os abrirá un mundo de reflexiones, de valoraciones, de profunda sabiduría, que os fascinará. Se trata de un texto de 1595, su autor murió tres años antes y había dedicado las últimas décadas de su vida a este relato, un conjunto de escritos muy avanzado para la época, confeccionado "de buena fe", que no olvida en ningún momento la máxima socrática de "conócete a ti mismo", pues siempre trata de evaluar su propio juicio y profundizar en sus inclinaciones. En todo caso, siempre es partidario de aceptar la duda y de reconocer que el conocimiento de la verdad es improbable.

Antonio Machado escribió un libro especialmente recomendable para todo el mundo: "Juan de Mairena". Fue publicado en 1936. Es inclasificable, reúne una colección de ensayos y artículos que el poeta publicó en prensa. Se trata de un imaginario profesor que repasa, junto a sus alumnos, la sociedad, la cultura, la educación... Todo con gran sensibilidad, amor y humor.

Otro texto que les puede sorprender es "Memorias de un profesor", de José María Calvo, por la cercanía en el relato de su peripecia vital, la sinceridad con que expone su parecer y la decencia con que lo defiende. Además, podremos saludar al autor, que nació en Villamor de los Escuderos, esta tarde en la Biblioteca Pública del Estado en Zamora.