Mucho se ha hablado y escrito a propósito de levantar un nuevo museo que llegue a albergar el patrimonio semanasantero zamorano, un museo con tecnología y dimensiones apropiadas en el que el continente llegue a adaptarse al contenido, haciendo que el visitante se encuentre con una exposición dinámica, amena y participativa. Siempre han existido promesas, por parte de las instituciones locales, para llevar ese proyecto adelante pero, eso sí, dichas con la boca pequeña, con esa que solo sirve para salir en los periódicos. Lo cierto es que nunca tuvieron la intención de hacerlo, porque eso de decir que cuenten con uno, para lo que sea, sin poner un solo euro encima de la mesa, es como ponerse a cocinar una tarta sin antes haber acopiado el azúcar. Bien es cierto que, tradicionalmente, las arcas locales no se han solido caracterizar por nadar en la abundancia, pero no es menos cierto que, a pesar de ello, sí han podido acometerse obras de cierta magnitud, como por ejemplo el estadio "Ruta de la Plata", o el auditorio levantado a su espalda -que solo es utilizado un par de veces al año- o incluso dedicar grandes partidas a obras fatuas como la de los solares municipales cuyo resultado final ha sido el haber tirado cuatro millones de euros a la basura, por obra y gracia de la actuación del alcalde que regía la ciudad en 2008. No ha sido pues tanto un problema económico como sí una falta de interés, o una manifestación de desidia.

Afortunadamente ahora parece que sí, que el proyecto va a ponerse en marcha, porque una junta directiva semanasantera emprendedora y un partido político con poca implantación local, como lo es la UPL, están trabajando en ello. La intervención de UPL ha servido para que la rácana Junta de CyL se haya visto obligada a reservar una pequeña partida en sus presupuestos para empezar a tirar adelante. En este momento, el debate ya no se encuentra en el qué, ni en el cuándo, sino en el dónde, porque al decir de los que conocen la viabilidad del proyecto no está aún claro si conviene ampliar el museo actual o levantarse uno nuevo. Desde fuera, parece más interesante esta la segunda opción ya que, de resultar elegida la primera, durante el tiempo de ejecución de las obras se tendría que convivir con una situación cuanto menos molesta, si no con un museo a medio gas o inoperativo.

Así pues, todo parece indicar que disponer de un solar que pueda responder en ubicación y superficie a las necesidades del proyecto es algo más que perentorio. El casco histórico, es sin duda el lugar más adecuado, no solo desde el punto de vista logístico -salidas y llegadas de procesiones- sino también por la necesidad que tiene de ser revitalizado. Parece pues razonable que la Junta Pro Semana Santa esté manejando, como opción, ubicar el nuevo museo en el Convento de las Concepcionistas, en desuso desde hace casi una década. La cesión de este espacio, caso de producirse, sería una inestimable contribución del Obispado a la ciudad. Actuación que, por otra parte, no resultaría nada chocante, puesto que su uso no va a estar dedicado a fiestas profanas, ni a levantar un centro con actividad comercial, sino a apoyar el esfuerzo que vienen haciendo los zamoranos desde tiempo inmemorial para mantener viva esa particular representación de la pasión y muerte de Cristo. Es, sin duda, el momento de dar un paso adelante y empujar todos en la misma dirección para conseguir que ese rasgo determinante de la ciudad se pueda seguir manteniendo: que se siga obrando el milagro de transformar Zamora en un enorme escenario a nivel mundial. Cada cual, dentro de sus posibilidades, debería actuar en conciencia, para que esa impresionante representación, en parte clerical en parte laica, más de clerecía que de juglaría, siga siendo referencia para mucha gente. Utilizar como argumento disuasorio que el Obispado tiene previsto construir en el antiguo convento un museo Diocesano -cuando ya existe uno en la iglesia de Santo Tomé, inaugurado en 2012- puede sonar más a disculpa que a justificación.