Escribe Borges en el prólogo a su libro "El Informe de Brodie": "Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos". Con independencia de que la expresión sea una "boutade" al estilo borgiano, casi cincuenta años más tarde de esa feliz escritura y tal y como están las cosas, parece que los españoles somos ya ese escalón avanzado en la civilización en el que estamos a punto de merecer vivir sin gobierno.

Mientras ese merecimiento llega a consagrarse, no nos queda otra que aspirar a tener gobierno aunque este no sea el que más nos guste a cada uno, sino el que menos nos disguste a la mayoría. Y aquí tropezamos con nuestros fantasmas del sectarismo patrio, de la intolerancia y de la vanidad y la soberbia que tan bien alimentan la falta real de transparencia y participación política.

Con un Rajoy grogui, mal aconsejado y peor acompañado, negándose a dar un paso a un lado -tampoco adelante o atrás- para que el PP pueda tener una opción de negociación más allá de la insuficiente suma de los escaños de Ciudadanos, hemos perdido un mes. Con un Sánchez que no ve o quiere hacernos creer que no ve que no es posible mezclar el agua con el aceite, o sea a Podemos con Ciudadanos, vamos camino de perder un segundo mes y probablemente tras él otros dos más hasta una nueva cita con las urnas o hasta la culminación de la única combinación que le puede dar el poder, la del pacto con Iglesias y los independentistas.

Seré utópico a fuer de ingenuo y atrevido al defender que solo hay una opción real de gobierno razonable. La renuncia, en beneficio de España y de sus partidos, de Rajoy y Pedro Sánchez a presidir el gobierno y la configuración de un pacto en el que ambos partidos más Ciudadanos elijan presidente del Gobierno a otro candidato del partido más votado o bien a un independiente admitido por las tres fuerzas políticas para llevar a cabo un programa intensamente reformista y modernizador en el fondo y marcadamente sensato en la forma.

La suma de PP con Ciudadanos no basta salvo que se abstenga la bancada socialista. La suma del PSOE y Ciudadanos, teniendo enfrente por un lado a todas las izquierdas y a los nacionalistas y por otro al PP, es tan raquítica que, además de imposible investidura por la necesidad de abstenciones ya negadas, no aportaría estabilidad alguna al gobierno de la nación.

Así que aquello o de nuevo las urnas a la espera de alguna sorpresa. Aquello o lo más probable (solo si a Iglesias le interesa), el gobierno del PSOE con Podemos. Sin duda un desastre para España, pero una solución en la que, aunque solo sea presidente unos meses, Sánchez ya será expresidente para toda la vida. Y no me negarán que, merecido o no, eso viste un montón.