Escaso o nulo interés había ahora acerca de la encuesta del CIS, la primera tras las elecciones generales y que, como los demás sondeos aparecidos al respecto después del 20D vaticina unos resultados muy similares en caso de que hubiesen de celebrarse nuevos comicios. El Centro de Investigaciones Sociológicas había ofrecido en diciembre unas intenciones de votos que no se correspondieron luego con la realidad ni en el caso del PP, al que se otorgaba más escaños de los obtenidos, ni de Ciudadanos al que la consulta oficiosa situaba en segundo lugar para quedar finalmente en cuarta posición y con muchos menos diputados de los previstos. Ahora, y según el CIS, quizá ya no tan apegado a un Gobierno que se va, casi seguro, el PP quedaría como está, Podemos subiría lo suficiente para dejar atrás al PSOE, aunque por escasa diferencia y Ciudadanos aún perdería más representantes. Pero hay que precisar que esta encuesta fue realizada antes de que estallase el gran escándalo de corrupción del PP de Valencia.

Así que lo mejor que puede ocurrir es que se logre formar Gobierno sin demasiada tardanza, aunque tampoco es que se note mucho la ausencia de los gobernantes. Y Pedro Sánchez, el líder socialista, se ha puesto a ello de inmediato tras recibir el encargo del rey, que ha obrado con exquisita neutralidad. Ya ha comenzado su ronda de entrevistas, anunciando que hablará con todos los grupos, por cortesía política, pero que no negociará ni con el PP ni con los independentistas. Su equipo ya está realizando contactos, a uno y otro lado, con Ciudadanos y con Podemos. Con Albert Rivera -que ya no es el político mejor valorado, señala el CIS- ha tenido una primera reunión, acordando puntos a tratar, los primeros el paro y la corrupción, aunque el líder del centro, o lo que sea -la mayoría considera ya a Ciudadanos como un partido de derechas- ha aprovechado la ocasión para volver a echar un capote al PP instando a negociar igualmente con Rajoy, a lo que Sánchez se ha vuelto a negar. Una entente entre PSOE y Ciudadanos sería muy bien recibida, y es una opción muy jaleada, aunque de entrada resulte imposible a no ser que PP o Podemos se abstuviesen en la investidura, cuando ahora no se cansan de anunciar que votarían en contra.

Lo que conduce, por muchas vueltas que se de al asunto, a la única alianza posible: el pacto y el Gobierno con los de Pablo Iglesias, una oportunidad histórica que, o muy radicales y distantes se mantienen las posturas de ambos partidos de izquierda, o PSOE y Podemos no van a desaprovechar si encuentran manera de sortear el escollo del referendo catalán sobre la independencia. Incluso desde algunos ámbitos se insiste en que el acuerdo entre Sánchez e Iglesias si no está ya hecho acabará firmándose pues existe una firme voluntad política de que así sea, aunque no quede otro remedio que disimularlo. Solo esta alianza garantiza la investidura, un órdago que pudiera ser respaldado además con acuerdos puntuales de legislatura con Ciudadanos. Pues hoy por hoy, aunque en política, como en la vida, todo pueda cambiar de un momento a otro, Iglesias y Rivera se declaran incompatibles. El que ni cuenta es Rajoy.