Uno se hizo una casa de paja, y el lobo sopló y se la tiró; otro decidió construirla con madera y el lobo también se la tiró: y un tercero, más previsor, la levantó de ladrillo, y el lobo no pudo con ella, porque aquella era fuerte y resistente, ya que estaba hecha con sentido común y no menos esfuerzo. Y los tres cerditos, juntos, vivieron tranquilos en la casa del más previsor -del tercer cerdito- protegidos por muros de ladrillo que ofrecían la suficiente seguridad para impedir los ataques del malvado lobo que pretendía comérselos.

Ese es, más o menos, el argumento del popular cuento publicado por primera vez en el siglo XIX y llevado al cine por Walt Disney en la década de los 30 del siglo pasado. Un cuento que todos hemos escuchado cuando éramos niños, que nos ha servido de referencia para comprender cuán importante es la planificación y el saber compaginar trabajo e imaginación para defendernos de las amenazas que puedan llegar del exterior.

Pero héteme aquí que, en nuestra provincia, parece que existen personajes que, o bien no les contaron este cuento en su infancia, o lo han olvidado por completo, ya que han preferido hacer la guerra por su cuenta -como los dos primeros cerditos- actuando a su aire, en lugar de hacerlo de manera planificada y coordinada, con el agravante que, en este cuento zamorano, desafortunadamente, no ha aparecido la figura del tercer cerdito capaz de poner orden y hacer lo más indicado a lo que la situación requería, que no era otra cosa que la de aprovechar adecuadamente los foros que les ofreció Fitur (Feria Internacional de Turismo) hace unos días en Madrid para promocionar nuestro turismo. Así los ayuntamientos de Toro y Zamora actuaron por un lado, mientras la Diputación Provincial, en forma de Patronato de Turismo, lo hizo por otro, haciendo cada uno la guerra -nunca mejor dicho lo de guerra- por su cuenta, y dejando que prevalecieran intereses distintos a los que deberían haber sido únicos y prioritarios. No se sabe bien si esas poco afortunadas actuaciones serán o no aprovechadas por el lobo de la competencia, pero lo que sí parece claro es que la casa de ladrillo ha quedado sin construirse en espera de una mejor ocasión. La unión hace la fuerza, y cuando las instituciones no son capaces de aunar esfuerzos en post de un objetivo común, los que más suelen alegrarse son otros, en este caso aquellos cuyas ofertas turísticas estén compitiendo con las nuestras.

Tras estos acontecimientos tan poco plausibles, los ciudadanos, perplejos, se preguntan el por qué de tal desaguisado, de que ninguno haya sido capaz de emular al personaje del tercer cerdito: el previsor, el pragmático, el que hace lo que es menester.

Y la respuesta podría estar en que habrían preferido anteponer lo particular a lo general, lo partidista a los intereses de los zamoranos. Así mientras el alcalde de Toro ha manifestado que le han ninguneado no dándole la oportunidad de participar en determinados actos y eventos, el vicepresidente del Patronato de Turismo ha alegado que tiene un teléfono al que nadie ha llamado. Y quizás no le falte razón a ninguno de los dos, aunque lo más probable es que les falte a ambos, ya que uno y otro podrían haber tomado la iniciativa dejando a un lado el prurito de esperar "a ver quién llama primero". Tal obstinación ellos sabrán para qué les ha servido, ya que es difícil de entender cómo a estas alturas de la película aún no han aprendido el elevado precio que hay que pagar cuando se desenfunda el último. Unos y otros no han sido demasiado escrupulosos en el cumplimiento de sus funciones, ni generosos en la busca del diálogo, ni de proponer trabajar en un proyecto común lo más productivo posible para la provincia. Solo si se tratara de dejar la impronta política por encima de cualquier otra consideración llegaría a entenderse. Parece que siga primando el "y tú más" sobre el "vamos a ponernos de acuerdo". Unos y otros deberían animarse y volver a leer el cuento de "Los tres cerditos" en lugar de mirarse en el espejo de la madrastra de Blancanieves.