Aunque ya estaba previsto dentro del numeroso capítulo de subidas de precio que esperaban al consumidor para este año, el alza de las tarifas telefónicas ya ha sido anunciado por alguna compañía a la que de inmediato seguirán otras, el resto prácticamente de las operadoras de telecomunicaciones. Su razonamiento es sencillo e incomprensible: que llevan muchos años, ocho o así, no solo sin incrementar los precios, sino bajándolos, una situación insostenible para esas empresas que, según ellas, no dejan de invertir e invertir mucho para hacer más fácil la vida de la gente.

Justificaciones muy taimadas, medias verdades y medias mentiras que no evitan el hecho principal: que la telefonía en España es más cara que en la mayor parte de Europa. Y peor, eso se da por descontado en el paquete. A lo que hay que añadir, como siempre, las enormes diferencia salariales con otros países del entorno. De Estados Unidos ya ni hablemos en cuanto a los precios de las comunicaciones, pero aquello pilla demasiado lejos. Cierto que si se compara con no hace tanto tiempo atrás resulta ahora el uso del móvil, del fijo y del ADSL más barato, e incluso bastante más barato que no hace tanto tiempo, pero desde luego que no ha sido por obra y gracia de las operadoras, acostumbradas, y siguen así, a hincar el diente al consumido consumidor y no soltarlo.

Fue la Unión Europea la que obligó en su momento a frenar la abusiva política de la telefonía en España, a exigir una puesta al día de las tecnologías a utilizar y a liberalizar los servicios, lo que dio entrada a otras diversas compañías multinacionales, de segundo nivel casi siempre, a las que siguieron las llamadas de bajo coste que si no pueden competir en recursos sí lo hacen en precio. Una competencia para Telefónica a la que el Gobierno de Aznar había privatizado en parte pero jugando con ventaja pues todas las demás empresas dependen de sus redes. Y se notó la nueva situación, claro que se notó, en una guerra abierta de tarifas planas que rebajaron notablemente las cantidades, elevadísimas, que se venían pagando hasta entonces y que forzaron a la puesta en marcha de nuevos avances en materia tecnológica, todo lo cual redunda en una utilización masiva de los servicios ofrecidos.

No es que las operadoras no se hayan movido en estos años, pues subidas de precio ha habido, enmascaradas unas y descaradas otras, como lo son las de este año, amparadas tan solo en una supuesta mejora a base de más velocidad en línea, el uso de la fibra y ampliación de la movilidad. Lo cual, muchas veces, forma parte de una publicidad engañosa pues no llega a ser realidad, al menos no en toda la extensión de la geografía nacional. Que lo pregunten en tantos núcleos rurales donde el servicio es siempre precario, deficiente, irregular, de baja calidad en suma. El hecho incuestionable es que desde hace muchos años son las empresas de telecomunicación las que acumulan más quejas de los usuarios debido a numerosos motivos. Por algo será. Ahora suben los recibos, pero se duda de que mejoren las prestaciones.