Pues lo cierto y verdad es que no se lo esperaba nadie o casi nadie, que la infanta Cristina, señora de Urdangarín, fuese a sentarse de nuevo en el banquillo de los acusados el día 9, a la reanudación del juicio por el caso Nóos, uno más, aunque al máximo nivel posible, de los escándalos de corrupción que sacuden el país. Sin embargo, la Audiencia de Baleares, pese a los intentos del Gobierno, no ha tenido en cuenta la doctrina Botín -por la que un imputado no es juzgado si la acusación popular tiene en contra a la fiscalía y la abogacía del Estado- y la hermana del rey de España será juzgada por dos delitos fiscales.

Ha sido como la guinda del pastel. Lo menos que cabe esperar ahora es su renuncia a la sucesión dinástica. Porque la vista oral que se va a reanudar puede durar hasta el verano y el deterioro que la imagen de la infanta en el banquillo puede causar a la institución monárquica será aún más demoledora. La Casa Real se apresuró al conocer la noticia a dar cuenta de su total respeto a la decisión judicial, sin entrar en más valoraciones. Pero en realidad, y como ha quedado demostrado, el daño que el marido de Cristina de Borbón, el advenedizo Urdangarín, ha originado a los reyes, tanto a don Juan Carlos como a Felipe VI, se originó en el mismo momento en que fueron descubiertos sus tejemanejes con la clase política que le han llevado a ser el principal imputado en los casos y los numerosos presuntos delitos por los que se le juzgará junto a su esposa y el resto de los acusados como integrantes de la trama.

Tal para cual: Urdangarín y la clase política actual. Pronto se debió dar cuenta de ello el avispado marido de la infanta al montar las bases que le permitirían acercarse al poder desde su privilegiado puesto de miembro de la Familia Real. Creería que ello le garantizaba la impunidad pero no ha sido así, aunque le durase unos años durante los cuales intentó y consiguió arañar, a base de contactos, dinero público. Los implicados aseguraban después que el yernísimo era quien era y no se atrevían a decir que no. Así se fue montando el tinglado en la España del boom económico que luego devengaría, en plena degeneración democrática, en la ola de los escándalos de corrupción de los ERE, Gürtell, Bárcenas, Púnica, Acuamed, y ahora la operación Taula en Valencia, que no será la última, por supuesto.

Cada palo ha de aguantar su vela y bien ha hecho la Audiencia de Baleares haciendo que Cristina de Borbón vuelva al banquillo de los acusados y haya de declarar, igual que los demás imputados. Lo contrario hubiese hecho que la gente desconfiase más de la justicia. En cuanto a la acusación particular, Manos Limpias, un sindicato anticorrupción que más que tal es un colectivo de funcionarios públicos dispuesto a velar por la limpieza de las administraciones y que ha presentado con resultados diversos numerosas denuncias, se apunta un éxito notable en esta ocasión, por lo que solo queda esperar ya que los jueces decidan. Aunque en teoría la infanta se enfrenta incluso a la cárcel, no parece ni de lejos que el asunto llegue a tal extremo, pero Urdangarín sí que pasará por prisión, pese los pactos que se maquinan.