Cuando lean estas líneas es posible que se atisbe qué decisión tomará el PSOE en el trascendental comité federal del día 30, de cara a qué estrategia seguir ante el endiablado resultado de las elecciones del 20 de diciembre. Pero, independientemente del rumbo que tomen, es evidente que los socialistas se han adentrado en un callejón de salida muy complicada. Horas antes del cónclave, la división en el partido es evidente. Por un lado, los intentos desesperados del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, para intentar formar gobierno? en solitario, con apoyos puntuales de Podemos y C's. Por el otro, la poderosa federación andaluza (que aporta una cuarta parte de los diputados en el Congreso), que no está dispuesta a permitir ni un gobierno del PP, ni una gran coalición con el partido de Rajoy (tal como preconizan miembros de la "vieja guardia", encabezados por el expresidente del Gobierno, Felipe González), ni una alianza con la izquierda "arrogante" de Podemos (cuyo líder, Pablo Iglesias, lanzó una humillante oferta de apoyo al PSOE, en la que ya se repartía ministerios ante una hipotética coalición). Esta alianza no parece ahora mismo viable, ya que necesitaría del apoyo de partidos separatistas. Pero tampoco lo es un pacto (activo o pasivo) con el PP, gravemente lastrado por la corrupción (como ha puesto de manifiesto el reciente descubrimiento de una trama organizada en Valencia). Y, en ambos casos, el PSOE pierde: si pactara con Podemos y separatistas, los partidos del centro y la derecha le acusarían de trocear España e impedirían cualquier cambio de fondo en el país; si lo hiciera con PP y C's, el acuerdo sería utilizado por Podemos para erigirse como única fuerza de cambio y lograr, así, el sorpasso en unas nuevas elecciones? que cada vez son más difíciles de evitar.