Después de lo del PP valenciano, que no es nuevo, que viene de antiguo, ya que todo el mundo en España sabe que aquello es como un vertedero por no decir directamente cloaca, lo que España necesita es lo que todos, unos con la boca más pequeña y otros con la boca más grande, venimos reclamando: regeneración, palabra que lleva planeando la escena política española desde que la corrupción alcanzara caracteres de escándalo nacional.

A la escena política han llegado partidos de nuevo cuño, hablando de la tan traída y llevada regeneración, prometiendo normas y formas nuevas alejadas del clientelismo y de la insolvencia que regentan algunas instituciones, no se puede meter en el mismo saco a todas, ese es un error muy común. A la hora de la verdad, cuando empiezan a tocar poder, aunque sea tangencialmente, es decir, apoyando a otros, es fácilmente comprobable que incurren en los mismos errores que aquellos a los que critican, solo que lo hacen con una frescura, nada que ver con la lozanía de sus años, que da qué pensar.

Las grandes formaciones anuncian medidas de regeneración democrática que puedan actuar de auténticos cortafuegos que permitan a la sociedad española volver a confiar en quienes no se han hecho dignos de la confianza ciudadana, cada vez más indignada, cada vez más desafectada. Se dan pasos tímidos, pero no se ha llegado al fondo de la cuestión. Pero es que tampoco lo hacen los recién llegados que se buscan prebendas y canonjías para sí y los suyos. Los familiares de Carmena y su gente y de Colau y la suya pueden estar tranquilos ante una posible situación de desempleo. Copan los puestos más importantes, con sueldos astronómicos.

Es el caso de Samuel Romero, un joven ingeniero sin experiencia en la gestión, que ha sido designado por el Ayuntamiento de la Villa y Corte para dirigir una empresa municipal mixta que es un auténtico coladero de dinero. Nombrado a dedo y con un sueldo anual de 90.000 euros. El nuevo consejero apoderado de la empresa Calle 30 es hijo de la que fuera candidata a las primarias de Ahora Madrid que gobierna el Consistorio madrileño, Rosa Aporta. Pero es que Ada Colau, la dicharachera alcaldesa de Barcelona que ha llegado para comerse el mundo, también contrató, nada más llegar, a su pareja, Adriá Alemany, como representante de Relaciones Políticas e Institucionales de su partido con responsabilidades en el Ayuntamiento que preside su pareja. Con remuneración, por supuesto. Aquí nadie hace nada gratis.

Dice el diccionario de la Rae que regenerar es "Hacer que una persona abandone hábitos o conductas que se consideran perjudiciales moralmente". Por lo que se ve y se sabe, todo sigue igual. No hay lavado a fondo de cara y sí una política también rancia y vieja, a pesar de lo novedoso de las nuevas siglas, que se ha plegado a la cosmética de las apariencias. O, dicho de otra forma, son distintos perros pero con idénticos collares.