Los últimos acontecimientos políticos, en el entorno de la futura investidura del presidente de Gobierno, están dejando ríos de opiniones, torrentes de descalificaciones y presuntos humillados. Parece ser que antiguos dirigentes y barones o baronesas socialistas se sintieron así al escuchar la propuesta de pacto del líder de Podemos. No sabía que Madina, Nicolás Redondo, Leguina o Rubalcaba fueran tan sensibles como para ver mancillado su orgullo o su honor de socialistas. ¿Cuál ha sido la ofensa? Parece que las formas de la presentación de Pablo Iglesias no les gustó. Vaya, qué piel tan fina. Hablan de chantaje, cuando la propuesta no rompe ninguna España, ni atenta contra la economía de mercado ni saca a nuestro país de Europa. Les molesta bajar a los contenidos y reconocer que los detalles abogan por algo razonable y realizable. Que el partido nuevo no se fie del viejo, parece lógico. Solo hay que recordar la última legislatura de Zapatero. No se imaginan cómo se sintieron sus votantes en 2010 o en 2011. Acabaron con muchos de los principios y valores que definen a la izquierda; para ello aprobaron la reforma laboral, drásticos recortes en servicios básicos y una reforma constitucional del Art. 135 sobre estabilidad presupuestaria, anteponiendo el pago de la deuda pública a cualquier otro gasto del Estado. De ahí que el PSOE haya pasado en cuatro años del 28% de voto en 2011 al 22% en 2015, en la oposición y con el PP en el gobierno, podrido de corrupción y recortando a diestro y siniestro el estado de bienestar.

Humillados nos podemos sentir ante la actitud del presidente en funciones. Acaba de faltar al respeto al rey Felipe VI y a la presidencia del Congreso, al romper las normas constitucionales que regulan el trámite de investidura. Declinó presentarse, por ahora, pero no renuncia. Un vulgar tramposo. Otro tanto de lo mismo hace su partido, imputado por un presunto delito de daños y otro de encubrimiento. Se trata del caso de la destrucción de los discos duros del famoso Luis Bárcenas. En ellos había información relevante para el esclarecimiento de la financiación irregular del partido, algo que el juez Ruz ya tiene documentado. Después de la reforma del Código Penal ya se permite la acusación contra partidos políticos. A pesar de que la Fiscalía pidió el archivo del caso, ¡qué vergüenza dan los supuestos defensores del interés general!, el PP puede ser condenado y con la ley en la mano, hasta podría ser disuelto ¿Se imaginan? Lo cierto es que todos sus tesoreros han sido imputados, desde el primero, Naseiro, hasta la última, Carmen Navarro. Se convirtieron en un auténtico cártel, como las organizaciones criminales del narcotráfico, contaminando las instituciones del Estado, se apropian de gran parte de las subvenciones, que ellos mismos adjudican, así el partido acaba formando parte del aparato estatal. Otro tanto está pasando con el PSOE, sobre todo en Andalucía. Por esto, los militantes cada vez tienen menos influencia, los cargos desempeñan su función como si fueran suyos, se perpetúan 20, 30 años, aunque su trabajo sea estéril, basta con el servilismo, son corporativistas. De otra forma no se puede entender que personajes tan desacreditados como Celia Villalobos vuelva a ser vicepresidenta del Congreso a propuesta del PP. Sin duda, una ofensa más a nuestra maltrecha democracia representativa.

Pero, si desprecio nos provocan nuestros viejos partidos con sus politicastros, qué decir de las instituciones europeas. Su incapacidad y su parálisis está haciendo insostenible la situación de refugiados y migrantes. Los agravios que están soportando me sumen en la vergüenza como europeo. Más de un millón han llegado a Europa por mar en 2015. La mitad son sirios que huyen de una guerra que ya dura cinco años. Esta crisis no tiene precedentes. Habría que remontarse a la Segunda Guerra Mundial para encontrar una situación parecida. Si entonces hubo compromiso internacional para salir de aquella devastación, actualmente no encontramos compromisos por ninguna parte. La Unión Europea nos abochorna con su lentitud e inoperancia. De los 160.000 refugiados que se comprometió a acoger, a finales de 2015 solo se había recibido a 160 y de estos, España acoge a 18. ¿No es bochornoso? Resulta muy duro soportar las imágenes de niños ahogados en aguas del Mediterráneo, de muchos otros hacinados en "centros de llegada" de Grecia e Italia, absolutamente desbordados y sin medios ni personal ¿Por qué esta falta de voluntad política? El origen del miedo por la llegada de estas personas no tiene nada que ver con la ciudadanía y son frecuentes las muestras de solidaridad. Los desafíos venideros son arduos y se acumulan. El sábado, 29 de enero, participaré en Madrid en una jornada que organiza la Fundación Cives, sobre este grave problema: "El papel del Estado de Bienestar para garantizar la inclusión de personas migrantes". ¿Evitaremos las luchas de los últimos contra los penúltimos por las garantías y servicios sociales, provocadas por la austeridad y el neoliberalismo? En ello debemos estar.