El pico flotante del iceberg de la corrupción sigue poniendo al descubierto más escándalos con sus correspondientes detenciones e imputados que añadir a los ya muchos casos que están pendientes de la justicia. Y esto es solo lo que se va sabiendo pero, cada día más, la sensación en la gente de la calle es que todo ello debe suponer solo una mínima parte del gran lodazal sobre el que se asienta el país y cuyas reales dimensiones es de temer que nunca se acabarán de conocer en su totalidad pese a la extraordinaria labor que vienen desarrollando los policías y los jueces.

Que el nuevo escándalo proceda de Valencia es algo que no sorprende pues la región levantina tiene, junto a Madrid y Andalucía, el triste récord de ser la comunidad donde más y más impunemente floreció la corrupción siendo gobernadas sus instituciones por el PP. Ahora, casi una treintena más de detenidos, implicados presuntamente en comisiones por contratos en una empresa pública y blanqueo de dinero, y entre ellos el que fue presidente del partido en la provincia y presidente también de la Diputación, Alfonso Rus, aquel alcalde de Xátiva que llegaba al Ayuntamiento en un Ferrari. Aparte del caso Gürtell, aún pendiente de juicio y que tuvo en aquella comunidad su marco favorito de actuaciones, hay en la cárcel otro ex presidente provincial del PP y de su Diputación, el de Castellón. Desde la cúpula popular, y aunque el asunto se ha procurado minimizar en lo posible, asoman posturas distintas expresivas de la situación del partido. Así, Cristina Cifuentes, convertida en adalid de un nuevo PP, asegura que la repugna la corrupción venga de donde venga, mientras Sáez de Santamaría saca pecho y afirma que las detenciones de Valencia son la muestra de que no existe impunidad. Solo faltaba. Y el portavoz parlamentario del partido, Alfonso Hernando, le quita importancia y asegura que no cree que la redada rompa las conversaciones que quieren mantener con Ciudadanos en busca de apoyo. Claro que por su parte los de Albert Rivera no parecen compartir tan rotunda opinión, pues según han asegurado la corrupción lo condiciona todo, sobre todo cuando es como sucede en Valencia una corrupción institucionalizada, generalizada, mafiosa, un absoluto escándalo. A lo que se une el PSOE destacando que el PP está de corrupción hasta las orejas. Aunque los socialistas tienen mucho que callar también.

Que Ciudadanos, el partido que ponía como condición prioritaria de su agenda la regeneración democrática total ande ahora zascandileando en torno a Rajoy para evitar unas nuevas elecciones que dejarían sus escaños en la mitad, no es ni medio serio, cuando el PP en menos de dos meses y con la cita en las urnas por medio se ha encontrado con un embajador y un diputado que cobraban comisiones, con el propio partido y su actual tesorera imputados por la destrucción de los discos duros de los ordenadores de Bárcenas, con el caso Acuamed en el ministerio de Agricultura, y ahora con las detenciones de Valencia. Y que un partido en tales condiciones opte a seguir gobernando es un enunciado surrealista e inaceptable.