Es manifiesto que quiero referirme a una princesa que está inmersa en problemas vinculados a su equivocado matrimonio, pero también -se ha dicho en más de una ocasión- agudizados por su condición de princesa real. Si no se tratara de una hija de reyes, seguramente no se la juzgara tan severamente -casi podría decirse despiadadamente- como se la está juzgando. Existen en España esposas de delincuentes de las que ni siquiera sabemos el nombre, porque de ellas no se ha tratado, aunque también se hayan lucrado de las operaciones financieras de sus esposos. Pero a ella se le exige más porque debió comportarse como quien es.

De su situación personal hay escritos que hablan y nos la presentan muy baja de ánimos; literalmente se nos dice que "está hecha polvo", aunque su manifestación pública no lo eche de ver, porque desde pequeña aprendería a no exteriorizar sus impresiones, precisamente por tratarse de una princesa real. El día 23 de este mes (enero de 2016) el diario El Mundo publicó un reportaje de doña Silvia Taulés en el que se trata con bastante profundidad el estado afectivo de la infanta Cristina de Borbón y Grecia, aludiendo al testimonio de un amigo anónimo del matrimonio Undargarín-Borbón. Describe ese amigo una cena que tuvo en Ginebra con sus amigos y salió extrañado del mutismo de la princesa, muy ajeno a su natural expansivo y de conversación muy animada. De él es la expresión entrecomillada arriba. Dice: "Está bastante hecha polvo, al menos es así como yo la he visto".

He hablado de "paradoja" y quiero referirme con ello a lo que ocurre, ahora mismo, con otros hijos de reyes, incluso destronados y exiliados. Un ejemplo se da en su propia familia: su tío Constantino de Grecia y toda su familia más íntima. Destronados de Grecia, llevan una vida de ricos en el Reino Unido, formando una piña entre ellos. En España viven reyes e hijos de reyes de Bulgaria, emparentados con miembros de la familia real española; y las mismas amigas íntimas de la infanta Cristina, su prima Alexia y Rosario Nadal, separada esta de Kyril de Bulgaria. La felicidad de unas contrasta con la infelicidad de la segunda hija de los reyes eméritos de España y hermana del rey que ostenta la Jefatura del Estado español.

En España y fuera de España todo el mundo aspira a instaurar una familia con las mayores posibilidades alcanzables. Y esa familia califica la cuna de los futuros descendientes. Y en todos los países se estima como lo más elevado en familias la constituida por la realeza. Así lo tenemos en el Reino Unido, Suecia, Holanda, Dinamarca, etc., etc. En España, en cambio, se ha dado el hecho de que el monarca actual ha delimitado la Familia Real, desgajando de ella a sus propias hermanas con sus descendientes y consortes. En virtud de este "desgajamiento", las mismas hermanas del rey no pertenecen a la Familia Real. Pero esta decisión, anterior a los sucesos vergonzosos protagonizados por el esposo de la infanta Cristina, se ha ofrecido como más radical en el caso de esta hermana del rey. Incluso llama la atención que la familia de su esposo, el verdadero culpable en los sucesos, está unida en torno a él como una piña. Y ella se ve alejada hasta de su propio padre, al que estaba muy unida por el afecto, y de su hermano, al que también estaba muy unida. Le quedan su hermana, compañera en la exclusión de la Familia Real; pero admitida en lo privado; y su madre, que con ella -igual que con sus hermanos- ha antepuesto su condición de madre a las exigencias de su puesto de reina. (Todos los españoles sabemos que ciertos acontecimientos han supuesto para doña Sofía preferir el porvenir de su hijo, por ejemplo, a la defensa de su propia dignidad como mujer y reina). Eso le ha quedado a la infanta Cristina de su familia: su hermana y su madre. Y unas cuantas amistades incondicionales que enumera la periodista Silvia Taulés en su escrito. Esas amistades serán un consuelo; pero nunca llegarán a llenar el vacío de la propia familia. Ni siquiera la facilidad de utilizar las casas de esas amigas en las Baleares será algo que sustituya al palacio de Marivent, donde no puede alojarse ni siquiera en estos días en los que el juicio sobre Nóos la llama a residir en Palma de Mallorca. Este y otros detalles van sumándose al disgusto que hunde el ánimo de cualquier persona sensible. ¡Cuántas veces todo esto le hará recordar con añoranza a la infanta Cristina de Borbón y Grecia la cuna que la meció en el Palacio Real!