La historia dirá si fue un viernes negro o una puerta abierta a la esperanza del cambio. Primero saltó la sorpresa con las palabras de Pablo Iglesias ofreciéndose a ser vicepresidente de un gobierno presidido por Pedro Sánchez, o sea una coalición PSOE y Podemos, como se veía venir, con el apoyo de IU, y presumiblemente Ezquerra y PNV y con reparto de carteras ministeriales. Y después, otra gran sorpresa, aunque sobre ello ya se había especulado: la renuncia de Rajoy a la investidura al carecer de los apoyos necesarios. Renuncia estratégica, momentánea, del candidato del PP que deteriora todavía más su imagen de político acabado y sin recursos y que puede convertirse en definitiva si, pese a tantas y tan interesadas presiones, el candidato del PSOE consigue salvar la investidura presidencial.

Son y representan circunstancias que de hecho casi ponen fin a las escasas esperanzas del PP por conseguir apoyos y mantenerse en el poder. Puede que este ganar o perder tiempo oculte algo que suponga el último envite de Rajoy y produzca el milagro de, al menos, frustrar la alianza progresista de izquierdas y forzar unas nuevas elecciones generales. Puede. Pero la suerte parece echada. Entre PSOE, Podemos, IU y los demás, quedan todavía muchos cabos sueltos y muchos flecos pendientes, pero si existe, y va a ser que sí, la voluntad de llegar al pacto, el gobierno de cambio, de ruptura del bipartidismo, se hará finalmente realidad y no tardando demasiado si el rey concede ahora la oportunidad, como parece lógico, al aspirante del segundo partido con mayor número de votos y escaños.

Sánchez, que había reiterado que no iniciaría las conversaciones formales con Iglesias -las otras hace ya tiempo que están en marcha- hasta que Rajoy quedase descartado en la investidura, ha comenzado este mismo fin de semana las negociaciones con Pablo Iglesias. Van a por todas, si consigue el candidato socialista hacerse fuerte y soltar los palos en las ruedas que le están poniendo los dirigentes de su mismo partido instalados en los aledaños del poder de una u otra forma, en uno u otro puesto, desde que cambiaron la pana por los ternos italianos, y que patalean porque no quieren quedar a la intemperie. Queda el polémico asunto de la consulta del referéndum secesionista de Cataluña, pero el acuerdo podría incluir su desplazamiento fuera del foco de la actualidad, sin renunciar al mismo, dejándolo para ocasión más propicia, porque los partidos independentistas y nacionalistas priorizan desplazar al PP de La Moncloa por encima de cualquier otra consideración. Y si adoptan esta postura, por algo tiene que ser.

De suceder así, la debacle del PP quedaría absolutamente confirmada. Lo ocurrido durante los últimos cuatro años ha sido demasiado duro, originando pobreza, desigualdad, injusticia social y merma del estado del bienestar para la mayor parte de la población, imposible de olvidar, y ahí está su cara factura. Una de las figuras emergentes de los populares, la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes, ha sido clara y demoledora en su diagnóstico: "nos ha faltado humildad y nos ha sobrado corrupción".