Leí el otro día en un diario de circulación nacional un artículo un tanto peregrino, por no utilizar otro calificativo más contundente, que atribuía la falta de una palabra equivalente a la inglesa de "compromise" a los siglos de pervivencia de la cultura árabe entre nosotros y lo calificaba de concepto ajeno a la cultura hispana.

Lo firmaba un conocido periodista de nombre y apellido inglés y tenía algo de ese aire de superioridad que muestran a veces los hijos de la rubia Albión hacia los más oscuros pueblos mediterráneos.

Llamaba la atención el articulista sobre el hecho de que aquí se habla de "pactar", lo cual era para él distinto, pues "compromiso", decía, es "más sutil, más amplio" y aducía en apoyo de sus tesis las distintas definiciones que de una y otra palabra se hace en los diccionarios de las lenguas respectivas.

Es cierto que el Oxford English Dictionary define la palabra "compromise" como "un acuerdo al que llegan ambas partes haciendo concesiones" mientras que para el de la Real Academia Española, pactar es "acordar algo entre dos o más personas o entidades, obligándose mutuamente a su observancia".

Pero "acordar" es a su vez decidir algo de "común acuerdo", lo que implica ya un compromiso, y que, ya que estamos en plan etimológico, se deriva del latín "cor" (corazón). Como por cierto tiene procedencia latina, a través del francés, ese "compromise" tan caro al periodista.

Porque ocurre que muchas palabras del inglés actual se derivan del latín, es decir del área mediterránea, a través del francés o el normando y pasaron a formar parte de aquella lengua tras la conquista de Inglaterra por Guillermo de Normandía (Guillermo el Conquistador) en 1066.

Por cierto que el francés normando y luego el de la propia île de France lo hablaron durante algunos siglos en Inglaterra sobre todo las clases altas y en la corte mientras que el inglés, hoy la nueva y avasalladora lingua franca, quedó reservado al pueblo llano.

En cualquier caso, a uno le parece abusivo atribuir la inexistencia de un sentido equivalente al inglés de "compromise" y la supuesta incapacidad de los pueblos hispanos para el compromiso a la influencia de la cultura árabe entre nosotros, una cultura por cierto que fue con frecuencia un ejemplo de convivencia con la cristiana o la judía de su tiempo.

Dicho todo esto, es cierto que los españoles, o por mejor decir, nuestros políticos, sobre todo los acostumbrados desde siempre a mandar -herencia franquista- tienen que aprender a "transigir", hermosa palabra que el diccionario define como "ajustar algún punto dudoso, conviniendo las partes voluntariamente en algún medio que ponga fin a la diferencia".

Sí, conviene un poco más de humildad y de paciencia, mayor capacidad de escucha y sobre todo de empatía hacia el oponente o rival político para tratar de entender siempre sus razones, aunque no se compartan, y sobre todo menor empecinamiento en eso tan español, es cierto, de "sostenella y no enmendalla".