El recién estrenado 2016 va a significar para los toresanos -y para toda la provincia zamorana- el cumplimiento de un deseo largamente acariciado. Hace más de diez años que la ciudad expresó su ofrecimiento para convertirse en sede de tan prestigiosa exposición. Es lógico, pues, que todos nos sintamos orgullosos y esperanzados ante los beneficios que este acontecimiento pueda deparar a la ciudad, al alfoz y a la provincia.

Pero para que ello pueda dar fruto abundante y duradero, conviene que nos esforcemos en comprender a fondo lo que Las Edades del Hombre son y representan; cuál es su esencia y cuáles son los fines que persigue. Sin este esfuerzo sincero y honesto, es muy posible que los corolarios o derivadas a los que muchos se aferran se vean disminuidos y no satisfagan plenamente las expectativas.

En primer lugar, conviene recordar que La Edades nacieron en el seno de la Iglesia -de la Conferencia Episcopal de Castilla y León- como una iniciativa catequística o pedagógica para mostrar al hombre de hoy los limpios acuíferos de la fe -y de la vida- en los que bebieron nuestros antepasados y que en la edad novísima hemos, quizás, contaminado.

Una catequesis cuya metodología es el "diálogo" entre el ayer y el hoy: entre los conceptos, los sentimientos y las aspiraciones de las edades antiguas y la edad contemporánea a través del arte, de la representación de la belleza como metalenguaje de comprensión universal.

Las Edades del Hombre tratan de mostrarnos, ante todo, la Historia de la Salvación de la humanidad, poniendo ante nuestros ojos los hitos, elementos y momentos en los que la acción salvífica de Dios se hace más patente. De ahí los temas que se han ido proponiendo a la sociedad en las veinte ediciones hasta ahora celebradas.

La edición XXI, la que se celebrará en Toro dentro de unos meses, centrará su atención en el agua como elemento salvífico. Profunda y magistral elección de los organizadores. No sólo porque el agua está presente a lo largo y ancho de toda la Sagrada Escritura en momentos clave, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, sino también porque la sensibilidad ecológica de nuestra cultura hoy nos permitirá acercarnos mejor -más allá del mero o poético simbolismo- a la metahistoria, a la realidad profunda -radical- que con frecuencia escapa a una visión superficial de lo que somos y del mundo en que vivimos.

Este es el reto que se nos propone a los toresanos y a cuantos se acerquen a disfrutar de esta edición XXI de Las Edades del Hombre: mirar hacia Aqua como esa secreta fontana de agua vivificante que nuestros poetas y místicos más clarividentes intuyeron y disfrutaron.

Andrés Domínguez (Toro)