Los recortes en la sanidad pública que tanto se han hecho notar en los cuatro años de Gobierno del PP con la excusa de una crisis que sin embargo no se notaba en el ancho ámbito político, la casta que dicen los líderes de Podemos, y que amenazan con seguir al mismo o incluso superior nivel, han causado un deterioro notable en la asistencia sanitaria debido a la evidente falta de recursos destinados a tal fin, tanto por lo que respecta a los medios humanos como a los medios materiales.

Algo de esto se sabe y se sufre en la región castellanoleonesa, que si se defiende en otros aspectos va a la cola en cuanto a sanidad se refiere, sobre todo desde que a sus dirigentes, para ahorrar aseguran, les dio por reorganizar el funcionamiento a base de recortes y más recortes. En Zamora, como en el resto de las provincias, se conocen bien las consecuencias de esta mal llamada política de austeridad. Largas listas de espera no solo para las intervenciones quirúrgicas sino para los especialistas, con hasta seis meses de retraso, y citas para dos o tres días después en atención primaria. Aparte, el caos armado en los pueblos con los cambios de consultorios y la reducción de personal, aunque ahora se anuncian 500 médicos más para la comunidad, para sus ciudades y núcleos rurales.

Por desdicha, lo mismo ocurre en casi todo el país, lo que ha originado que ante las justas protestas tanto de los usuarios como de los profesionales de la sanidad, agobiados por las situaciones que se están originando, los servicios sociales de algunas regiones hayan tomado medidas tendentes a agilizar los largos procesos. Es lo que pasa en pediatría. Pero no basta, y es el caso de Valencia, donde para algunas especialidades muy masificadas, como oftalmología, se han sustituido las consultas individuales por las colectivas, especialmente para los que aguardan una operación, a quienes se dan normas generales y se pide allí mismo su consentimiento. Se gana tiempo pero se pierde la individualización, por lo que la iniciativa está recibiendo muchas críticas, tanto de los pacientes como de la clase médica.

Más convincentes resultan las consultas no presenciales que se han puesto ya en marcha en Galicia y en Cataluña, consistentes en dar hora al enfermo para conectarse por vía Internet o por teléfono al titular de atención primaria o al especialista. Si el médico, a la vista del historial clínico y de lo que se le expone, considera precisa la visita en persona, así lo hará saber. De esa manera parece que en ambas comunidades ha disminuido un 20 por ciento la masificación de los consultorios con las consiguientes esperas. Algo parecido a lo que se le hace en la medicina social para mayores en Estados Unidos, con teléfonos de atención las 24 horas. En cuanto a las recetas, las tarjetas electrónicas facilitan la labor.

La teleconsulta acabará imponiéndose, nunca del todo, claro, si bien por ahora tiene tantos detractores como seguidores. Es obvio que la humanización de la medicina es un factor personal del que no se puede prescindir, por fundamental. Pero puede hacerse compatible con las nuevas tecnologías.