Para Paulo Coelho, "Hay en el mundo un lenguaje que todos comprenden. Es el lenguaje del entusiasmo, de las cosas hechas con amor y con voluntad, en busca de aquello que se desea o en lo que se cree".

Es el entusiasmo una de las palabras más profundas de nuestra lengua. Procede el griego, "en theos usmus" y viene a significar una exaltación de ánimo, un furor interior que parece venir de fuera, de alguna fuerza superior ajena a nosotros, un arrebato. Equivale a llevar un dios activo dentro de uno mismo. Las sibilas o profetisas del mundo antiguo entendían perfectamente dicho vocablo, al sentir un intenso arrobamiento en el momento de dar a conocer el oráculo.

Leí hace unos días en LA OPINIÓN la noticia que hacía referencia al traslado de parte de las cenizas del profesor John Williams, uno de los máximos expertos en códices medievales, a la iglesia de Santa María de Tábara, pues quería que estas reposaran junto a uno de los escribanos e iluminadores del Beato de Tábara, llamado Magio.

En la Edad Media existía un Taller en el monasterio de San Salvador de Tábara de renombre internacional, donde se dieron cita pintores, iluminadores, ilustradores y escritores que hicieron posible este tipo de libros. Entre otros destacaron: Magio, quien mostró un profundo conocimiento de los bestiarios islámicos y de las obras bizantinas, así como el de las fuentes iconográficas musulmanas para la interpretación de los temas apocalípticos cristianos. Fue autor del Beato Morgan, del 926, y del Beato de Tábara, del 968, que no concluyó, porque murió ese año. Emeterio, quien concluyó el Beato de Tábara y realizó el Beato de Gerona, en el 975. Y por último, Ende o Eude, siendo la primera mujer pintora de Beatos conocida, quien colaboraría también con Emeterio en el Beato de Gerona.

El profesor Williams, aprovechando su participación en un Congreso del Románico, patrocinado por el Ayuntamiento de la ciudad, con la ponencia: Los Beatos and the Romanesque Scriptoria, se sintió plenamente feliz cuando visitó el Archivo Histórico Provincial en julio del 2006 para ver, entre otra documentación, las dos hojas originales conservadas en el mismo del códice llamado Beato del Archivo Histórico Provincial de Zamora, descubierto por la profesora Ana Suárez, en las que aparecen una homilía del papa Gregorio y una parte de la explicación del Apocalipsis, mencionando los ángeles que aparecen llenos de ojos.

Y demostró un gran entusiasmo por el descubrimiento, dándole gran difusión, si tenemos en cuenta que se trata de un raro testimonio de la cultura medieval desaparecida, de la que quedan pocos restos.

Y ¿qué son los Beatos?, códices que contienen Comentarios al Libro del Apocalipsis de San Juan donde se describe el fin del mundo, redactado por el monje Beato de Liébana, hacia el 776, cuyo original no se conserva, pero sí las reproducciones que de él se hicieron y de ahí les viene el nombre. Se desconoce si este estuvo o no ilustrado.

Debió de ser uno de los libros más copiados en la Edad Media Aunque solo se conservan 37 códices y fragmentos, oscilando su cronología entre los siglos X al XVI, clasificándose en mozárabes, los realizados entre los años 900 y 1100, y románicos los que se hicieron en las dos centurias siguientes.

Una de las ilustraciones del Beato de Tábara se localiza en la torre, el scriptorium o lugar del monasterio donde se escribían dichos códices y allí aparecen sentados trabajando Magio y Emeterio. También se ve a alguno de los ayudantes tocando las campanas. Este fue utilizado por el gran novelista y profundo conocedor del tema Umberto Eco en su obra: "El nombre de la rosa". En nuestra tierra se localizaron varios de estos lugares. Destacan entre otros, en la etapa inicial, en los siglos X-XI: en la zona asturleonesa los de Tábara, León, Escalada, Valcavado, Albares y Bobadilla. En el norte de Castilla los de Cardeña, Valeránica y Silos. En el reino de Navarra los de Albelda y San Millán de la Cogolla.

En una segunda etapa, en los siglos XI-XIII, se producen Beatos en Portugal, Gascuña, sur de Italia y Lombardía. Y en Castilla aparecen los de Las Huelgas o San Andrés de Arroyo.

Para que nos hagamos una idea de su vigencia e importancia, mencionaré el reciente reconocimiento que de los mismos ha hecho la Unesco a fines del 2015, al declararlos como Registro de la Memoria del Mundo, dentro de sus programas culturales de protección del Patrimonio de la Humanidad.

Si interesante es el texto, las ilustraciones lo son mucho más, pues son un verdadero tratado de teología y de arte medieval.

Destacan las figuras, muchas veces alucinantes, oníricas y surrealistas de ángeles, arcángeles, demoniacas, santos, el conjunto del mundo celestial, incluida la representación de la Jerusalén celeste, cruces, los símbolos, mapas en T y en O, el Alfa y el Omega, los laberintos, la genealogía y la vida de Cristo, los evangelistas, las luchas terribles entre el ave y la serpiente, pasajes del Antiguo Testamento, la visión de Dios en su trono, el Cordero y los cuatro vivientes, la apertura de los sellos, el silencio del cielo, el templo con el Arca de la Alianza y la bestia que surge del abismo, sueños, visiones, festines, las plagas, la gran meretriz de Babilonia, el juicio final y un largo etc. que hace de su lectura y de la visión de sus ilustraciones libros maravillosos que despiertan el entusiasmo por las cosas hechas con amor y voluntad, donde los autores intentaban representar aquello que deseaban y en lo que creían.

Y es que, como decía el clérigo inglés Kingslev, muchas veces "Actuamos como si el lujo y la comodidad fueran lo más importante en la vida, cuando lo único que necesitamos para ser realmente felices es algo por lo cual entusiasmarnos".