El Duero, nuestro río, en sus más de novecientos kilómetros de recorrido, nos ofrece un variado y rico contraste de paisajes que van desde la paz serena de un lago dormido entre Toro y Zamora al rugido brusco y tenebroso de Los Arribes, un tanto suavizados por las obras que acolchan la caída de los seiscientos metros de la Meseta a los cien de altitud de la Fregeneda portuguesa.

Los Arribanzos o Arribes constituyen un espacio singular dominado por un cañón que ofrece imágenes espectaculares y muy bellas, con un microclima especial que posibilita la explotación de cultivos que no son posibles en otras comarcas de la provincia, con clima continental.

De vez en cuando surgen noticias advirtiendo sobre el riesgo que corre este paraíso olvidado, basado en tres valores que constituyen un enorme potencial como son el paisaje, el microclima y una gran variedad de frutos que constituyen un filón de inmensas posibilidades, siempre que haya alguien dispuesto a explotarlas.

Pasado el barrio de Carrascal de Zamora, todas esas miles de hectáreas cubiertas de matorral y monte bajo ofrecen enormes posibilidades de explotación, sobre todo si se hiciese una adecuada repoblación forestal. La riqueza está ahí, solo hace falta ejecutar un plan de explotación adecuado. Lo que ocurre es que cada vez vive menos gente en la zona, lo que complica el aprovechamiento de los recursos.

En los Arribes sobra matorral, escobas, carrascos, piornos y jaras. Hace falta explotar esos otros cultivos que ofrecen enormes posibilidades gracias a una naturaleza benigna. Y, sobre todo, cuidar la red de caminos y senderos. Hacerlos viables entre una naturaleza a veces hostil.