J uan Vicente Herrera ha exigido a su guardia pretoriana renovado impulso para afrontar un semestre en el que, lejos de permanecer al ralentí, la comunidad tiene que hacer rugir sus motores sin contemplaciones ni miramientos. Coincidencia o no con la fiesta de la moto de la capital pucelana, el presidente de la Junta ha querido concentrar en el Colegio de la Asunción, sede del Ejecutivo, a su grupo de "moteros" para decirles que Castilla y León no es el circuito tortuoso de otras comunidades autónomas, ni mucho menos el lodazal en el que se ha convertido el asfalto político en Cataluña. Nada más lejos de eso. Herrera se ha subido a su particular "Harley Davidson" para dar gas a un motor regional que, a diferencia del nacional, no está gripado y, más bien al contrario, dispone de suficiente potencia como para ganar el campeonato de la consolidación económica y el desarrollo social.

Para mí tengo que la cita motera convocada por el burgalés el pasado viernes en Valladolid no es fruto de un simple propósito de nuevo año, sino que responde, entre otras cuestiones, al hecho de que hay mucho trabajo que hacer y a que la capacidad de iniciativa exige espolearla de vez en cuando. Y de paso, ya que el Pisuerga pasa por Valladolid, lanzar un nítido mensaje en doble sentido: de un lado que, frente a la parálisis nacional, en Castilla y León no se pierde el tiempo; y de otro que aquí hay un líder dentro del PP que, a su manera, se reivindica como garante del logro de resultados electorales. Ahí está para corroborarlo ese llamamiento al ejemplo de gobernabilidad cosechado en el nuevo escenario autonómico, más atomizado que nunca, y en el que los acuerdos y el diálogo han caracterizado su puesta en marcha hasta concluir con la reciente aprobación holgada del proyecto de Presupuestos para el ejercicio de 2016.

Herrera pretende que su Ejecutivo no vaya a rebufo, ni que tampoco se mantenga de mero espectador ante la incertidumbre que caracteriza el nuevo proceso abierto en España tras las elecciones generales del 20 de diciembre, donde la estabilidad institucional parece, por ahora, más una esperanzadora carta a los Reyes Magos que una realidad cercana. De ahí que aludiera al modelo de Castilla y León como referente a imitar por parte de los futuros inquilinos de La Moncloa.

Vamos, que quiere ver, y nunca mejor dicho, a sus 77 altos cargos como auténticas motos, con el acelerador a tope y sacando el máximo partido y la mayor rentabilidad posible a la cilindrada de cada consejería, porque Castilla y León se juega el título GP del avance económico y del crecimiento sostenido en esta legislatura.

Y por si había dudas, la arenga del jefe de filas a su escuadra tiene fecha de caducidad o de examen: el mes de junio, cuando se celebre el debate sobre el estado de la comunidad. Será entonces también cuando comprobaremos si los distintos integrantes de la escudería han estado a la altura de lo demandado o, si por el contrario, ha habido algún rezagado en esta carrera de fondo que tiene como espectadores cualificados a los casi dos millones y medio de ciudadanos castellanoleoneses. Una prueba que, además, ha sido presentada este 8 de enero ante los ojos de la prensa especializada en un inusual ejercicio de transparencia para este tipo de desafíos de equipo.

Ojalá que la estrategia no falle por el bien de todos y, especialmente, de los menos favorecidos de una sociedad que espera de sus principales representantes mayor compromiso y constante dedicación. Los retos son muchos y loables en materias de regeneración política, de creación de empleo, de garantía de los servicios públicos y de fortalecimiento institucional y cohesión territorial. Los objetivos para la temporada están, por tanto, marcados y la maquinaria recién engrasada para que, a priori, todo vaya sobre ruedas y la fiesta, como la de la moto en Valladolid, supere mil y un obstáculos.