Hace dos semanas escribía un artículo sobre la pérdida de población que, según el Instituto Nacional de Estadística, había sufrido esta provincia durante 2014. Posiblemente este asunto, junto al envejecimiento de la población, sea uno de los que más ocupa y preocupa a los zamoranos. Si usted es uno de ellos, piense en lo siguiente: cuando termine de leer este artículo, el número de personas en el planeta habrá aumentado en más de mil. Y mañana a estas horas la tierra acogerá a 250.000 nuevos habitantes. Con estas cifras, no es de extrañar que muchos analistas de la población estén preocupados por el futuro, ya que la tierra sostiene un número de población sin precedentes. ¿Puede que Thomas Robert Malthus, que a finales del siglo XVIII predijo que la población aumentaría más que los recursos y que conduciría a la guerra y al sufrimiento, tuviera razón?

Lester Brown representa a los neomalthusianos que vaticinan un próximo fin del mundo si no cambiamos de dirección. Brown admite que Malthus no supo imaginar en qué medida la tecnología podría impulsar la producción agrícola del planeta; pero sostiene que la excesiva población de la tierra está avanzando a un ritmo mayor que una buena cantidad de recursos finitos. Las familias de muchos países pobres tienen dificultades para encontrar leña, los habitantes de las sociedades ricas están agotando las reservas de petróleo y todos estamos secando nuestras reservas de agua potable. Sin embargo, otro grupo de analistas está profundamente en desacuerdo. Por ejemplo, Julian Simon señala que hace dos siglos Malthus predijo una catástrofe mundial, pero hoy en día hay casi seis veces más personas en la Tierra y, como media, todas viven vidas más largas y más saludables que las de sus antepasados. Simon es optimista respecto al futuro y considera que la tecnología, la inversión económica y, sobre todo, el ingenio humano han probado que los agoreros se equivocaban.

¿Qué lecciones podemos sacar los zamoranos del supuesto problema de la población mundial? Si la despoblación fuera una amenaza para el futuro de esta provincia, como algunos mantienen, habría una manera, entre otras, de cambiar rápidamente el sino de las cosas: fomentar la llegada de inmigrantes en edad de procrear, precisamente desde los países que están preocupados por todo lo contrario, es decir, por la superpoblación. Mucho me temo, sin embargo, que no estamos preparados para estas cosas y que inmediatamente saldrían infinidad de voces a despotricar contra la llegada masiva de nuevos inmigrantes. En cualquier caso, como ya he escrito cientos de veces, nuestro problema no es la pérdida de población, como lamentablemente siguen insistiendo unos y otros, sino la incapacidad de esta provincia para sacar partido, con otros métodos y otras maneras de producción, a la infinidad de recursos que atesora y, por tanto, de poner en marcha nuevas iniciativas de empleo. Esa es la cuestión clave, aunque algunos no se enteren o, más bien, no quieran enterarse.