La riqueza de un país o de una demarcación territorial cualquiera no debe medirse solo por su desarrollo económico, hay otros factores, como los culturales, que deben ser valorados. A destacar las celebraciones tradicionales, que son manifestaciones que reflejan la forma de vida de otra época. En fiestas y costumbres singulares sí que es rica Zamora y dentro de este capítulo destacan con luz propia las mascaradas de invierno, escenificaciones paganas de un tiempo en que la cultura agraria regía la vida de los pueblos. Precisamente estos festejos hiemales se han convertido en escaparate del pasado y, por eso, despiertan cada vez más interés turístico, atracción que va a más, por lo que se hace necesaria su protección para minimizar el riesgo de que se desvirtúen y para asegurar su continuidad, algo cada vez más complicado por la despoblación que sufre el ámbito rural.

El reconocimiento de la importancia etnográfica de las mascaradas de la provincia es cada vez mayor. Tanto que, junto a las que se celebran en la región norte de Portugal, forman parte de un proyecto internacional con el objetivo de lograr en breve la declaración de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad que otorga la Unesco, calificación en la que entrarían también otros festejos de antruejo de diferentes provincias españolas y de varios países europeos, entre ellos Italia y Bulgaria.

El interés por este tipo de manifestaciones, que traen al presente un retazo de vida del pasado, transciende incluso el ámbito nacional. El periódico británico "The Guardian", en su edición digital, y dentro de una apartado de fiestas del mundo, publicó el pasado miércoles imágenes de la Visparra de San Martín de Castañeda, una de las mascaradas que se conservan en la comarca de Sanabria.

Zamora reúne casi una treintena de mascaradas de invierno, aunque solo una decena tiene continuidad anual, que se escenifican entre Navidad y el día de los Reyes Magos. El futuro de estas manifestaciones populares está hipotecado por la sangría poblacional y por eso hay que tomar medidas para asegurar su celebración. La Diputación Provincial y la Cámara Municipal de Braganza iniciaron hace ya años un proyecto de colaboración para potenciar las mascaradas y buscar el apoyo de la UE a través del programa Interreg III. Esta colaboración entre instituciones hispano-lusas tiene aún mucho recorrido, sobre todo en promoción conjunta de las mascaradas de un lado y otro de la Raya, y debe llevar, sin interferir en el sentido de las fiestas, a coordinar calendarios para que los interesados en ellas puedan asistir al mayor número posible, teniendo en cuenta que la mayoría se celebra en los mismos días.

Es muy importante para estas fiestas la declaración de la Unesco. Por eso hay que insistir en ese camino. Más ahora cuando ya gozan de la calificación recién otorgada por el Ministerio de Cultura de España de patrimonio cultural inmaterial, calificación que comparten con los carnavales. Instituciones y colectivos que impulsan también la declaración internacional deben estar muy pendientes de todos los pasos a cubrir para conseguir que el organismo de la ONU emita su informe favorable lo antes posible, lo que supondría un escudo y la mejor garantía de continuidad de estas manifestaciones ancestrales. Seguramente el impulso más efectivo sería la organización de un congreso internacional que cumpliría la función de escaparate y de marco para tratar sobre la función, que debe ser mucho mayor que en la actualidad, de la mujer en estas fiestas.

Diputación Provincial y Cámara Municipal de Braganza tienen, además, otro trabajo que realizar: impulsar la creación de asociaciones locales que se impliquen en el mantenimiento de estas fiestas, preservando sus valores. Ya se han creado algunas, sobre todo en los pueblos con una mayor población, y los resultados están siendo positivos, pero es preciso que funcionen también en localidades pequeñas, precisamente en aquellas donde los festejos tienen más problemas de supervivencia. Un colectivo de vecinos implicado supone garantizar la pervivencia de la celebración.

La Diputación Provincial de Zamora tiene también que potenciar la apertura de pequeños museos en los pueblos con mascaradas. Ya se ha abierto un centro de estas características en Riofrío y otros pueblos como Sanzoles y Montamarta tienen también proyectos muy avanzados. Servirán como reclamo de las celebraciones y explicarán con rigor los valores de estas, evitando el confusionismo que se da incluso entre los vecinos cuando quieren explicar sus propias mascaradas. Está también pendiente la creación de un museo provincial de la máscara, que podría estar ubicado en el Etnográfico.

Estas fiestas han superado en los últimos años el bache que sufrieron como consecuencia de la emigración rural y se han fortalecido gracias al turismo. Ahora lo que necesitan es la declaración de la Unesco. Sería la mejor garantía para mantener viva una herencia que refleja una forma de vida que ha dado origen a lo que ahora somos.