Allá se fue Pedro Sánchez, el líder y candidato del PSOE, a la vecina Portugal para ver a su primer ministro, el socialista Antonio Costa que gobierna desde hace poco más de un mes, sin haber sido el más votado, pero cuya alianza con un bloque de izquierdas semejante al Podemos español, y con los comunistas lusos, les ha permitido arrebatar el poder al centroderecha. De Portugal volvió Sánchez con sus ideas de siempre, reiterando el no rotundo a cualquier forma de apoyo al PP y su decidida intención de repetir la jugada portuguesa a través de una gran coalición progresista que le permita llegar a la Moncloa. En realidad, voluntarismo más que otra cosa, si se tiene en cuenta que el PSOE nunca traspasará la línea roja de aceptar el referéndum separatista catalán, la condición suprema de Podemos. Y como el PP, por mucho que diga y haga no conseguirá la investidura, se camina sin solución hacia otra convocatoria de elecciones generales para la primavera, elecciones que podrían beneficiar a un PP que recuperaría votos que se fueron a Ciudadanos, y si acaso a un Podemos que se acercaría más a los socialistas en número de escaños.

Otra incógnita será, en todo caso, saber que va a ocurrir con los candidatos y más en concreto con los dos candidatos principales, los grandes perdedores: Rajoy por el PP y Pedro Sánchez por el PSOE, los aspirantes más cuestionados no solo entre los electores, sino en sus propios partidos: uno Rajoy desde la sombra, y otro, Sánchez, a cara descubierta por algunos altos cargos socialistas y miembros de su Comité Federal. Hay que convenir que tanto en el PP como en el PSOE tienen motivos para ello pues los dos candidatos han conseguido los peores resultados para sus siglas. Pero no es fácil prescindir de ambos líderes, entre otras razones porque ninguno de los dos quiere irse a su casa y manejan suficientes recursos dentro del aparato de sus partidos para mantenerse al menos hasta las nuevas elecciones. Rajoy ya lo ha dicho, que él sigue, aunque habrá que ver si los acontecimientos le dejan seguir. Y Sánchez tampoco va a renunciar a nada en la segunda vuelta, aunque sea el que más riesgo pueda correr.

Hay miedo en las cúpulas de los dos partidos, que temen que en abril o mayo pudieran repetirse similares resultados que para nada despejarían el panorama, un viaje a ninguna parte. A lo que se une la falta de personalidades políticas capaces de sustituir a los candidatos. Solo la vicepresidenta Sáenz de Santamaría aparece emergente en el PP, y otra mujer, Susana Díaz, en el PSOE. A lo mejor se va a una futura presidenta de Gobierno en España. Los que en cualquier caso no cambiarán su liderazgo será Pablo Iglesias, que desde la postura socialdemócrata se sostiene al alza pero con escollos casi imposibles de salvar, y el de Ciudadanos, Albert Rivera, a la baja, que pudiera ser junto con Sánchez el más perjudicado por unas nuevas elecciones, dado el carácter muy personalista de su partido y su centrismo oportunista, lejos en sus posicionamientos del cambio que ha venido postulando. O sea, que candidatos los mismos, de entrada. Habrá que ver los resultados. Si al fin hay que repetir los comicios, lo que (casi) nadie quiere.