Si 2015 fue irremediablemente el año del cambio, el año que marcó el final del bipartidismo de tres décadas, el cambio se hizo carne de manera muy especial aunque para nada sorprendente en la pequeña ciudad de Zamora, capital de una provincia que se despuebla sin parar, que no levanta cabeza ni despega, con o sin autovías y AVE, y que siempre se ha caracterizado ancestralmente por su resignación y su entrega a la derecha que manda, con apenas y siempre cortas excepciones.

Porque esa Zamora tiene desde mayo del año que pasó un alcalde de IU, una primera autoridad municipal comunista, más o menos. No es de extrañar que a algunos zamoranos todavía los ojos les hagan chispas por lo ocurrido, aunque siempre cabe distinguir el pensamiento colectivo de los núcleos rurales, más apegados al conservadurismo de la tierra, de ese otro sentimiento de los habitantes de la ciudad, algo más abiertos y progresistas, y puede que más hartos de lo que llevaba ocurriendo durante 20 años en el Ayuntamiento de la capital gobernado por un PP más preocupado por salir en las fotos que por los problemas de los zamoranos. Los últimos ocho años fueron una auténtica travesía del desierto, y lo mismo, casi, en los tiempos anteriores que encima resultaron muy caros debido a esa fallida operación del edificio municipal que nunca se construyó pero ha costado cinco millones de euros.

Llegó Paco Guarido a la alcaldía de Zamora después de muchos años de concejal, de patear las calles y de controlar y debatir la gestión de los equipos de Gobierno local. Y llegó con tantos votos que por un puñado de ellos no empató con la candidata del PP, partido que sigue sin asimilar que no pudiera mantener el Gobierno local, lo que se está traduciendo en una oposición demagógica y simplista cuajada de descalificaciones mutuas, como ocurrió en el último pleno del año pasado. El alcalde, que gobierna coaligado con el PSOE, y que tiene en la representación de Ciudadanos una oposición más seria y rigurosa, ya anunció desde el principio que haría las cosas sin prisas y sin pausa, pero que las haría. Ciertamente, el abandono de los últimos ocho años no se puede solucionar en unos pocos meses.

Por lo pronto tienen Guarido y los suyos las ideas bien claras, y saben lo que quieren pero con los pies en el suelo. Nada de proyectos quiméricos y faraónicos, sino resolver lo mucho que sigue pendiente. El Centro Cívico, el Parque de Bomberos, y la restauración del Mercado de Abastos son sus objetivos principales, sin olvidar otros asuntos de la calle, más cotidianos, como las medidas iniciadas en pro de la seguridad de los viandantes con pasos para peatones más elevados, mejor señalizados e iluminados y más visibles también para los conductores a base de eliminar contenedores y plazas de aparcamiento. Una iniciativa muy necesaria y que será bien acogida por todos. Por cierto que otra de las novedades lógicas del Ayuntamiento será licitar todas las obras que se lleven a cabo en la ciudad, algo que antes, según ha declarado el alcalde, se daban a dedo y con contratos menores, sin publicidad.