Vaya empeño el de algunos en querer hacer desaparecer del mapa político a las Diputaciones. Si a día de hoy, eso llegara a ocurrir en Zamora, ¡apaga y vámonos! A nadie se le escapa y mucho menos a los representantes del mundo del deporte local y provincial, el trabajo ímprobo de la institución provincial a favor de todos ellos. Pero es que, además, en atención social, la Diputación de Zamora está dando a diario una lección de humanidad y de ayuda, haciendo el bien sin mirar a quién, para que luego no se diga y los decidores de oficio empiecen a hablar de "los tuyos" y "los míos". Puñetera manía.

Y como en estos dos ámbitos, en todo lo demás. La han "cogido" con las diputaciones amparándose en alguna que otra verdad, pero también haciéndose eco de muchas leyendas urbanas, de mucha maledicencia. Hay quien también proponía cargarse los ayuntamientos hasta que han llegado por vez primera a ellos y han visto lo bien que les va, dando de lado a toda su farfolla dialéctica que la realidad ha dejado convertida en agua de borrajas.

Ignoro si Mayte Martín Pozo cae bien o mal, si se le tiene simpatía o antipatía. Lo que no se le puede negar es que el suyo es un despacho de puertas abiertas. Que es mujer de compromisos que cumple a rajatabla. Que tiene una capacidad de trabajo encomiable. Que procura estar allí donde se la necesita. Y lo hace como presidenta de la institución, sí, pero también a título personal, como ser humano con una fe inquebrantable en sus semejantes. Que dedica muchas horas a los problemas de la provincia, que es lo suyo, pero también de la ciudad, cuando algún colectivo, el que sea, llama a su puerta porque otras puertas o no se les abren o no les contestan.

A Mayte le ocurre lo que a un antiguo alcalde de Zamora, que ha dado con el don de la ubicuidad y procura estar, no a la vez obviamente, pero sí en un día, de una punta a otra de la provincia, apagando incendios o achicando agua. Se hablará de sus errores, cuando los cometa, pero lo que nunca se contará es la cantidad de horas que le echa a su trabajo, que cumple lo que promete y que la Diputación, bajo su Gobierno, va como una moto, enfilando con valentía los problemas y con humildad y cercanía, que es algo que los ciudadanos pedimos constantemente a nuestros representantes políticos, su quehacer social.

Y a partir de aquí que cada cual piense como le dé la gana. Está en su derecho. Pero ante las voces que se alzan pidiendo la supresión de las diputaciones, hay que aventurar el error que se cometería de llevarlo a cabo. No son unas instituciones baldías por lo menos, repito, la de Zamora, que está haciendo lo que otros organismos han dejado de hacer o no hacen, vaya usted a saber las razones. Que nadie crea que las ideologías tienen el patrimonio de lo que cierta fama les otorga dependiendo de su ubicación, a izquierda o a derecha.