Soleada y fría víspera de Reyes en Zamora que abarrotó, como todos los años en tal fecha, las calles de la ciudad a la caída de la tarde, ya sin el lejano sol pugnando entre nubes bajas y oscuras, porque a la gente menuda, y a sus familiares, la ilusión les empuja ansiosamente a la calle para ver, asistir y participar en el desfile tradicional de la Cabalgata, haga como haga, así caigan chuzos de punta.

Un ritual que se mantiene dignamente, y que este año contó con diversas novedades muy llamativas, como que los Magos de Oriente llegasen en camellos en vez de carrozas y que los pajes repartiesen en mano los caramelos y obsequios en vez de lanzarlos hacia los pequeños espectadores, lo cual no disminuyó, desde luego, ni un ápice la alegría vivida, a juzgar por el jolgorio que iba marcando el paso de la festiva caravana, que, eso sí, fue desfilando con demasiada lentitud originando largas esperas. Pese a ello y pese a la baja temperatura reinante en la ciudad, la cabalgata resultó un éxito festivo.

Claro que no todos los ayuntamientos del cambio se mostraron tan discretos y acertados pues algunos otros dieron la nota y armaron debate y polémica con sus novedades y variaciones, tendentes en casi todos los casos y como común denominador a una laicalización del evento, alejándolo en su fondo y en su forma de la motivación religiosa tan tradicional como entrañable. La alcaldesa de Madrid, la exjueza Manuela Carmena, y el alcalde de Valencia se han llevado la palma, tanto que el PP y Ciudadanos -los centroderechistas ya no disimulan sus apegos y sus apoyos- han hecho públicas sendas notas de protesta por las singularidades advertidas en algunas cabalgatas y sus entornos organizativos. Y es que en dos de esos desfiles celebrados en barrios en la capital de España y en uno de Valencia se produjo algo que más pronto o tarde tenía que ocurrir: los reyes magos fueron sustituidos por las reinas magas.

Y más indigno todavía: en la capital del Turia las reinas magas que desfilaron representaban la libertad, la igualdad y la fraternidad, reviviendo la triste y caótica época de la república. Aunque hay que precisar que tales celebraciones alternativas y esperpénticas tuvieron lugar en fechas adelantadas y con carácter minoritario, dejando tanto en Madrid como en Valencia la auténtica y multitudinaria Cabalgata oficial con sus Reyes Magos para la víspera, como siempre, plagadas de vistosas novedades más o menos discutibles pero manteniendo el esplendor y el tono festivo habituales en una fecha tan señalada.

A los mayores, desde luego, no ha parecido gustarles, en general, esa brusca ruptura con el contenido de una tradición tan enraizada en la sociedad española y en el orbe católico y dedicada casi por entero a la infancia. Pueden introducirse cambios, con tiento y moderación, como sucedió en Zamora, pero lo de Madrid, Valencia y algún otro sitio más, como Cádiz o Granada, resulta provocativo por excesivo y doctrinario. Menos mal que a los niños, que son siempre y de todo unos espectadores la mar de agradecidos y que viven muy apegados a la actualidad, les gustó y lo disfrutaron.