Por encima de Papá Noel y de todos los personajes que nos empeñamos en importar de cualquier lugar del mundo en detrimento de nuestras tradiciones y costumbres están los Reyes Magos, los mismos que en aras de su odio, de su sectarismo, de su ceguera e intolerancia, Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, quiere suprimir, porque para reyes ya están los de la casa de cada hijo de vecino catalán. Nadie puede hurtar esta tradición a la tradición. Nadie tiene el derecho de suprimir, de cargarse de un plumazo, por mucho poder que tenga, y mucho agnosticismo de que haga gala, lo que ha formado parte del calendario de costumbres y tradiciones de España a lo largo de tantos años.

Algunos se empeñan en criticar las costumbres de otros lugares pero, con tal de hacer la puñeta, son capaces de incorporarlas como nuestras cuando aquí, en España, son un sinsentido. Encima hay quienes colaboran a difundirlas. Parece mentira. No sé qué pasará con la Cabalgata de hoy confeccionada a base de incógnitas, con un itinerario que no gusta a nadie y modificaciones que se alejan muy mucho de esa noche de magia e ilusión que se pretende en la Cabalgata de cada 5 de enero. Pero todo está por ver. A lo mejor, la sorpresa es mayúscula y la crítica se torna en halago. Todo se andará de aquí a unas horas.

Confieso que tenía intención de haber escrito una especial carta dirigida a Melchor, Gaspar y Baltasar, a los tres. A pesar de su origen y su riqueza, los tres serían inmigrantes en la Europa de nuestros días. Pero mucho me temo que a algunos se les iba a atragantar la carta. Y eso que la coherencia, la gallardía, la cordura, la cercanía, la valentía, la honestidad, la elegancia, la inteligencia, la fuerza del trabajo bien hecho? iban a formar parte de mis peticiones para según quienes. Lo dejo al libre albedrío de los tres Reyes que por algo son magos y, por lo tanto, capaces de adivinar a quiénes van dirigidas esas peticiones y otras que me reservo.

No es día de levantar ampollas, es día de hacer a los niños más felices, es día de preservar su ilusión de tantas injerencias. En Zamora, lugar donde la caridad mejor entendida funciona, tengo para mí que ningún niño se va a quedar sin su juguete. Son tantas las operaciones abiertas para que así sea que me resulta imposible de creer que haya un solo querubín sin su juguete. Qué bueno sería que, en lugar de tanto personalismo y tanta defensa de marca que casi siempre es una franquicia, todos uniéramos fuerzas para hacerlo mucho mejor, sin andar en busca de la medalla que colgarse y a la que algunos y algunas se abonan frívolamente.

Hoy y mañana, los verdaderos protagonistas son los niños -bueno, y las niñas, porque algunos llevan lo del género a rajatabla- y a ellos hay que dedicar nuestra atención preferente.