En la Nochevieja, campanadas de medianoche en todas o casi todas las televisiones generalistas del país, simultáneas a la uvas y previas al descorche del champán, o la sidra, los besos y abrazos mutuos y los buenos deseos para el año que se acaba de iniciar. La cierta reactivación se nota y los restaurantes, hoteles y salas con fiesta hasta el alba, llenos a tope, aunque en noche semejante nunca han dejado de estarlo, incluso en plena marea de la crisis. Pero, con todo, mucha más gente en sus casas, también como siempre, sin digerir aun la cena, sentados en el sofá, con la copa en la mano y dispuestos a ver la programación ofrecida, no variada en contenidos, pero sí en protagonistas.

Tradicionalmente, la televisión que debía ser estatal y que es en realidad la televisión gubernamental del partido que mande ese año, ha sido siempre la más seguida. Tienen más medios, pues se trata de dinero público, ese que según algunos políticos es de todos y de nadie, y se nota frente a la habitual racanería de las empresas privadas. Su puesta en escena suena a rancia, con el presentador de la capa y una figura femenina a lo clásico, pero cumplen dignamente su cometido y no se suelen equivocar en la transmisión, después de que se hiciera tristemente famoso hace ya muchos años un lamentable traspiés que hizo a media España equivocarse al comer las uvas. No es que TVE sea lo mejor, sino lo menos malo, y ya se sabe, por las elecciones, que este es un país donde lo malo conocido suele imponerse. Y lo mismo vale para el programa de variedades que siguió después.

Claro que en este sentido y por lo que a la Nochevieja televisada se refiere no acostumbra a producirse la sorpresa. Y si se produce, es más visual, plástica, que de contenidos. Ocurrió el año pasado con Antena 3, cuando salió a presentar las uvas, una morena guapa y sexi, madrileña, Cristina Pedroche, conocida de algunas intervenciones ante las cámaras, y vestida con transparencias que fueron contempladas con admiración por el género masculino. La chica luego se hizo más popular durante el año por su desparpajo ante las cámaras y por casarse con un chef. Así que los de Atresmedia no iban a desaprovechar el chollo y ya hace tiempo que andaban filtrando lo del vestido que luciría la Pedroche en la Puerta del Sol madrileña, y que tuvo su impacto, naturalmente, con encajes y transparencias que dejaban escaso espacio a la imaginación. Ahí se acabó todo, porque el resto fue un abominable enlatado de programas diversos, con cantantes y concursantes de otros espacios musicales.

Tampoco fueron mejores, sino todo lo contrario otras opciones. Como la de "Cámbiame" que quiso epatar al personal con un presentador y unas presentadoras en ropa interior, roja por supuesto, que parecía un desfile de lencería de hace medio siglo, si es que entonces se estilaban tales eventos. Y como postre más música enlatada. Todas las televisiones al mismo nivel, sobre poco más o menos, aunque eso es lo que se espera de las campanadas a medianoche, con la Pedroche dando la campanada.