Cuando nos enfrentamos a un acontecimiento dramático ya sabemos que algo triste, doloroso o conmovedor ha sucedido. El drama despierta en las personas una respuesta emotiva, lo contemplado en la realidad o sobre un escenario nos muestra a protagonistas acuciados por graves problemas o viviendo en la zozobra pasional. El drama es auténtico, sincero y siempre enfrenta a los actores con la verdad, tenga esta la cara que tenga: la pobreza, la desgracia, los celos o la injusticia. Otra cosa bien diferente es la farsa. En esta, la realidad es reinventada, manipulada y el lenguaje se torna polisémico, tiene muchos significados y se asocia a otros muchos. Cuando presenciamos una farsa, cualquier acto reviste tales implicaciones deformadoras que producen un tono grotesco.

Dicho lo cual, enfrentando el escenario de la vida política española, me planteo: la precaria situación laboral y personal de las familias que no pueden poner la calefacción este invierno, ¿es un drama o una farsa? y los enfermos zamoranos con una patología traumatológica, que cuando acuden al hospital público reciben cita para dentro de ocho meses, ¿viven una situación dramática o una farsa? Cabrían muchos otros ejemplos de cómo una parte importante de nuestra población vive con esfuerzo y auténtico drama el día a día.

Mientras, escuchamos a significados líderes políticos realizar declaraciones que me causan cierto estupor. ¿De qué hablan Rivera, Rajoy y Susana Díaz, cuando declaran que no van a consentir "que se rompa España"? Parece que pretenden contestar a la pregunta por los posibles pactos para formar gobierno, dado el complicado tablero político resultante de las últimas elecciones. Es una forma de señalar un obstáculo enorme, una frontera infranqueable, una muralla insuperable. Una metáfora al servicio de la farsa. El PP y Ciudadanos no alcanzan el número necesario para investir presidente, tampoco cuentan con otras fuerzas políticas, nacionalistas o no, para poder sumar una mayoría absoluta o relativa. Solo les queda como posible aliado el PSOE que, con un nefasto resultado, aún conserva el segundo puesto. Pero la situación en este partido se ha complicado por momentos. Los unos cuestionan al líder, los otros pretenden imponer los criterios ante cualquier negociación, la otra, Susana, habla del nuevo congreso. Un carajal auténtico, que no obstante aprueba en su Comité Federal una resolución en la que se acuerda que Pedro Sánchez podrá intentar formar gobierno con otras fuerzas de izquierda, pero con una "condición indispensable": que los posibles socios renuncien a "consultas o separatismos que buscan el enfrentamiento". No lo nombran pero hablan del socio imprescindible: Podemos. Estos llevan en su programa electoral que se facilite un referéndum consultivo en Cataluña. Pablo Iglesias lo ha explicado en campaña y después de la misma. Aunque considera que lo prioritario son las medidas sociales, plasmadas en la "Ley 25 de emergencia social" y que presentará en las Cortes tan pronto como se constituyan.

¿Por qué esta obsesión con el referéndum? ¿Qué temores les llevan a esta burda farsa? ¿Acaso no deberían antes proponer y apoyar, como "condición indispensable", medidas para combatir la pobreza y la desigualdad? Eso sí que es un real drama.

Los miedos a negociar una consulta son infundados, incluso hay que recordar que hace unos años el Partido Socialista de Cataluña la defendió, debería ser legal y pactada. Ahora Podemos plantea algo parecido para sacar a esa parte de España de un conflicto surrealista, con un horizonte que entraña muchos más riesgos que la consulta mencionada. Recuerden lo que está pasando actualmente allí. Tienen abierto un expediente de autodeterminación, con el propósito de desconectarse del estado español, un auténtico drama para más de la mitad del pueblo catalán.

Excelentes y reputados periodistas de radio, televisión o prensa se preguntan dónde está el problema que impide negociar la realización de un referéndum consultivo en Cataluña. Creen que es fundamental para evitar males mayores. Se trata de Julia Otero, Jordi Évole y Xavier Vidal-Folch.

Necesitamos políticos valientes y honestos, dispuestos a enfrentar los retos del futuro con audacia, estamos hartos de farsantes, de golfos, como Leguina o Felipe González, que anuncian hecatombes y plagas bíblicas para nuestro país, mientras ellos se acomodan en poltronas que les hacen ricos.

Deseo que el nuevo año nos traiga un acuerdo de gobierno entre las fuerzas progresistas. Sería bueno porque el bloque de izquierdas estaría respaldado por más votos que el de derechas. Ya se está poniendo en práctica en Italia, con notable éxito, en Portugal y en otros países europeos. Necesitamos consensos, pactos, diálogo permanente; ya sabemos lo que pasa cuando nos gobiernan con mayorías absolutas. Nos humillan como pueblo y nos ignoran como personas. No lo consintamos de nuevo.

¡Feliz año!