Pronto comenzaron las conversaciones y negociaciones para la formación de un nuevo Gobierno, de cambio en cualquier caso, que de no producirse llevaría a unas nuevas elecciones generales a celebrar en la próxima primavera. Mala cosa, desde luego, que no quiere nadie y menos que nadie el inquilino de La Moncloa que se aferra desesperadamente, casi histéricamente, a las posibilidades que aún le restan, que no son muchas precisamente, sino todo lo contrario, teniendo en cuenta que la repetición de mandato depende de que en la votación de investidura el PSOE se abstenga, algo que raya casi con el surrealismo.

Pero si Rajoy no va a tener la palabra decisiva en este embrollo, tampoco la va a tener el candidato socialista, Pedro Sánchez, una vez que los dirigentes, viejos y menos viejos de su partido, corroboran el rechazo total a apoyar de ninguna de las maneras al PP pero fijan como límite a pactos con Podemos, la línea roja por la que no pasarán, cualquier condición que pueda socavar la unidad e integridad de España, y por tanto ese referéndum independentista en Cataluña que prometió Podemos en su programa electoral y que sus socios en las pasadas elecciones generales del pasado día 20 le van a exigir.

Aquí los que van a decidir si se forma un Gobierno de izquierdas son los de Pablo Iglesias que hasta ahora se han mostrado a la espera de que el PSOE ofreciese una idea firme y revalidada de sus pretensiones para empezar a negociar, aunque ya se sabía que el rechazo socialista al referéndum secesionista de Cataluña era frontal e innegociable. Aunque no solo se trataba de eso sino de otras propuestas de Podemos referidas a la lucha contra la injusticia social y la corrupción. Se especula con que Iglesias podría buscar alguna fórmula para soslayar la consulta catalana, dado que Sánchez no pasará por ese aro de fuego, si bien pueda asumir otras condiciones, pero no parece probable, dada la fuerza de sus aliados nacionalistas. Aun así, es Pablo Iglesias quien tiene la última palabra.

Si Podemos no acepta y los socialistas esquivan las presiones y votan contra Rajoy, como es presumible y como no se cansan de repetir, tampoco al PP le quedarían ya opciones, pese al apoyo de Ciudadanos que se abstendría en la investidura, sí, pero que ahora estaría dispuesto a formar una alianza tripartita con PP y PSOE, aunque tanto alardease antes Albert Rivera de lo contrario y de ejercer desde la oposición. El batacazo sufrido le hace cambiar de opinión y perder credibilidad. Y en el caso de consumarse la falta de acuerdos y consumirse el plazo para la investidura de uno u otro, de Rajoy primero, y de Sánchez luego si el del PP no consigue una mayoría, se iría en el plazo de dos meses a nuevas elecciones, que podrían beneficiar a Rajoy e Iglesias y hundir al PSOE y Ciudadanos.

Pero no se quiere pensar en ello y más después de un año como el que ahora termina, marcado por cuatro citas ante las urnas que han servido, en cuanto a las municipales, autonómicas y generales para acabar con el bipartidismo e iniciar el cambio, pero que han dejado exhausto al país y al paisanaje.