Oyendo a los candidatos en las últimas generales, da la impresión de que nadie ha perdido, de que todos han ganado y de forma contundente. Algunos, en su afán, dan más pena que otra cosa. En cualquier país democrático cuando el candidato del partido que sea no alcanza las expectativas, el número de votos necesarios para gobernar, dimite. Y lo hace prácticamente de inmediato, sin esperar a que nadie se lo insinúe. En España, no. En España la palabra derrota no existe en política. Sin ir más lejos y con tan solo un 22% de apoyo electoral, Pedro Sánchez dijo que "había hecho historia". Al no matizar, su frase se puede interpretar de mil maneras aunque solo hay una real, Sánchez obtuvo el peor resultado del Psoe en unas elecciones generales. No importa, se ve ya en La Moncloa.

Escuchar a los acólitos de los candidatos y morirse de risa o de pena es todo uno. Ninguna autocrítica. Todo lo han hecho bien. Los votantes, que son veleidosos y decantan la balanza a veces más de lo debido. Todos ganan, ninguno pierde. El futuro lo tienen encarrilado durante cuatro años. Estar en la oposición también puede ser una bicoca. Con más motivo si no se ejerce. Además, ahí están los partidos con sus alianzas, sociedades, coaliciones, tramas, enredos y complots, para afianzar una de las dos modalidades: gobierno u oposición. Obviamente, la primera es la que más aspirantes tiene. No es lo mismo la canonjía gubernamental que la de la oposición, aunque lo importante es calentar escaño. Lo de menos son España y los españoles. Y eso reza para todos en general y alguno que otro en particular.

Estos días los micrófonos están que echan humo. Algunos deberían meditar más lo que dicen y el tono en el que lo dicen e incluso, ya puestos, no ser tan accesibles a la primera alcachofa que se les tiende a su paso. Se están oyendo una sarta de imbecilidades que dejan como auténticos imbéciles a quienes las pronuncian. Algunos son como Toño Sanchís, el representante de Belén Esteban, que durante años se dedicó a contar las penas y miserias de su representada sin que ella lo supiera. Pues bien, algunos políticos de primera, segunda e incluso tercera fila, se van a pasar la Navidad a casa, se supone que de forma anónima e íntima, y lo primero que hacen es convocar a los medios de comunicación para hablar de las miserias de los otros, de su grandeza humana y política y de su capacidad de convocatoria.

No es tan difícil ponerse de acuerdo con reformas concretas, eligiendo lo mejor de cada programa electoral, lo que une, nunca lo que separa, de ahí la necesidad de una política de consenso frente al desafío independentista, medidas económicas más que necesarias, la necesaria regeneración y lo demás son ganas de rizar el rizo.