No sé si el lector coincide conmigo, pero un servidor vive la navidad como puede. Me refiero al hecho de la contaminación, cuando no robo, del acontecimiento que los cristianos celebramos. Comidas, cenas, espumillones, luces por todos los lados, regalos tras regalos, paisajes de invierno decorando centros comerciales y tiendas, muros de Facebook, mensajes de WhatsApp, tweets, felicitaciones de un tiempo de paz y concordia humana que mirando a la historia sabemos que no es posible con las solas fuerzas del hombre. Poco tiene que ver esto con el misterio de que Dios quisiese compartir nuestra existencia humana, en todos los estados de la vida, para dignificar cada uno de ellos, para salvar a todos los que están en cada una de esas situaciones: amistad y soledad, gozo y sufrimiento, niñez y adultez, esperanza y angustia, etc.

También la familia. Jesús vivió con José y María y dignificó la vida familiar haciéndola muy diferente a lo que nosotros creemos. La vida familiar de Jesús rompe las fronteras de su propia casa para hacer una nueva familia en la que todos los hombres puedan caber. No es raro encontrar algunos pasajes en que Jesús se muestra así. Un ejemplo es el texto que hoy nos presenta la Iglesia para la reflexión, cuando Jesús se queda en el templo sin que sus padres lo sepan. La reacción de su madre cuando le pregunta "por qué nos has hecho esto", tiene la respuesta de que la vida en el templo es parte esencial de su vida: ha de ocuparse de las cosas de su padre. Ensancha la responsabilidad de las relaciones entre la familia introduciendo en ella a Dios mismo. Amplía el mandamiento de honrar al padre y a la madre introduciendo a Dios, y viceversa: amar a Dios sobre todas las cosas honrando a quienes han hecho posible con su sí generoso la voluntad del Padre: que se hiciera hombre. Recortar, mutilar, aminorar siempre es más difícil que ampliar, ensanchar, complementar. Por eso es necesario fijarse en quien se hizo hombre para que nosotros un día pudiésemos compartir la naturaleza divina, es decir, quiso ensanchar y compartir con nosotros la grandeza de ser Dios.

Un pasaje que sin duda muestra este ensanche que busca Jesús es en el que le piropean diciéndole: "dichoso el vientre que te crió". Este piropo o bendición que lanzan sobre Jesús referido a su madre, quien siguiendo la voluntad del Padre llevará en su seno al Salvador, lo amplía a todos los que escuchan la voluntad de Dios y la cumplen.

Y usted... ¿ensancha su mesa navideña a quienes más lo necesiten?