Superada la primera tregua navideña se vuelve a recuperar la situación donde se había dejado, con el mensaje del rey por medio. Porque no quiso perder el tiempo Rajoy y comenzó el miércoles su ronda de contactos con los líderes de los partidos, a ver si puede formar Gobierno y seguir habitando en La Moncloa, un empeño que parece, hoy por hoy, muy lejano. Al primero que recibió, naturalmente, fue a Pedro Sánchez, el candidato del PSOE, una reunión que tuvo que discurrir bajo el signo de la tensión después del cruce de insultos de la semana anterior en TVE ante más de nueve millones de espectadores. Y porque se sabía, aunque la entrevista la dictasen el protocolo y la necesidad, que del encuentro nada iba a salir.

Sánchez no quiere perder la oportunidad que las urnas le han deparado en estas pasadas elecciones del fin del bipartidismo y el comienzo de una nueva era política en el país, y más cuando el PSOE, pese a quedar en segundo lugar, tras el PP pero a más de 30 escaños de distancia, demuestra seguir tan muerto como cuando Zapatero tuvo que dejar el poder arrollado por la crisis, o más muerto aún, con muchos menos representantes en las instituciones que antes. Así que ha negado en rotundo a Rajoy que vaya a apoyar al PP de ninguna de las maneras, ni absteniéndose, y no solo eso sino que le ha anunciado también su intención de convertirse en la alternativa y formar un Gobierno de cambio, de carácter progresista, lo que aunque no va a ser fácil cada día parece más posible, a no ser que la tradicional desunión de las izquierdas se imponga. El candidato socialista quiere ser el próximo presidente del Ejecutivo y va a intentarlo con todas sus fuerzas, pese a los melindres y aspavientos, puede que de labios para fuera, de algunos viejos dirigentes del PSOE que recurren a la historia y a la retórica como elementos disuasorios que a Sánchez le resultan vanos. El principal obstáculo para conseguirlo será la pretensión de Podemos en hacer el referéndum sobre el independentismo catalán. Un escollo difícil de salvar, pero si se salva, que es probable pese al radicalismo de Iglesias, dará paso a ese pretendido Gobierno pentapartito de mayoría. Porque de la sugerencia de Albert Rivera de que gobiernen PP, PSOE y Ciudadanos, los socialistas no hacen el menor caso, ni siquiera la toman en serio, porque más que otra cosa da la impresión de que el centroderecha hubiese perdido el rumbo tras la decepción sufrida el día 20 y ya ni siquiera se esfuerce en simular la equidistancia. Un partido centrista y centrado lo mismo puede tender a la derecha que a la izquierda, según circunstancias, y lo contrario, el piñón fijo, solo sirve para definir la auténtica posición ideológica. En Ciudadanos ni siquiera se han planteado el poder hacer realidad una gran mayoría con PSOE y Podemos.

La semana que viene Rajoy recibirá a Pablo Iglesias y a Rivera, pero serán encuentros en la primera fase, nada más. Los escaños de Ciudadanos no le sirven al PP para mantenerse en el poder. Y nadie quiere ir a unas nuevas elecciones en un par de meses. Por lo que pueda pasar, Aznar pide una asamblea abierta. Ha replicado Rajoy que se presentará si ese momento llega. Pero el futuro parece marcado.