Adiós, bipartidismo, adiós. Fin de una era política, como se preveía, y más que porque lo asegurasen todas las encuestas, porque el aire de cambio estaba en la calle, en el ambiente. Los cuatro años del PP y de Rajoy eran la gota que colmaba el vaso. Y el domingo, a la hora de la verdad, ante las urnas, la segunda transición como se ha dado, acertadamente, en llamar, se hacía realidad, dejando al país en una situación nueva que habrá de resolverse en un plazo máximo de dos meses, dando paso previsiblemente a un Gobierno de alianza de izquierda o a una nueva convocatoria electoral.

La participación, pese al debate y al apasionamiento y crispación de la larga campaña, no fue todo lo alta que cabía esperar, aunque algo mayor que en los comicios de 2011. Hubo normalidad absoluta, como siempre, durante la jornada. Y a la hora del recuento, pocas sorpresas, respondiendo los resultados a lo que los últimos sondeos ya preveían. Ganador el PP pero con muy pocos escaños 123, el PSOE manteniendo el tipo como segundo con 90 diputados, Podemos culminando su remontada hasta el tercer lugar con 69 representantes en el Congreso, y Ciudadanos lejos de sus expectativas, con 40 escaños. Y luego lo de siempre: todos ganan, aunque todos pierdan, unos más que otros.

Estaba anunciada y cantada el hundimiento del PP, que pierde la friolera de 63 escaños con respecto a hace cuatro años. Pese al espíritu navideño, la gente no perdona a Rajoy. Es uno de los peores resultados de la derecha, igual que los 90 diputados del PSOE llevan a los socialistas al menor respaldo ante las urnas en su dilatada historia. En cuanto a los emergentes, la fuerza de Podemos le ha situado muy cerca de los socialistas, aunque distanciado en escaños, con un Pablo Iglesias que ha sido el auténtico vencedor de la cita electoral, lo que le permite fijar condiciones para la coalición de izquierda. A Ciudadanos le ha hecho retroceder, al final, su tendencia derechista y la pobre campaña de su líder.

Un panorama muy difícil el que se perfila tras la batalla, aunque ya se veía venir. Ni aunque los de Rivera lo apoyasen alcanzaría el PP una mayoría suficiente en la investidura. Rajoy va a intentar gobernar en minoría, pero lo tiene casi imposible y aunque lo consiguiese quedaría en tal situación de debilidad que su mandato apenas duraría. Solo una coalición con el PSOE otorgaría una mayoría absoluta pero una alianza entre Rajoy y Pedro Sánchez parece tan difícil y remota que casi ni se tiene en cuenta. Más fácil lo tienen los socialistas, que contarían con Podemos, IU, la catalana Ezquerra, y otro grupo más de su misma cuerda para completar una compleja mayoría absoluta inestable y mucho más con Cataluña por medio. Pero parece lo más probable, a la espera de arduas conversaciones y negociaciones.

Por lo que respecta a Castilla y León, el granero de la derecha, pocas novedades igualmente, con mínimo triunfo del PP, que no puede impedir que la región tenga diputados de Ciudadanos y Podemos. No en la resignada Zamora, que sigue votando a los de siempre quedándose con lo conocido.