Del 77 para acá, he seguido las numerosas elecciones habidas, varias veces metido de hoz y coz en la caravana de un partido político con todo lo que ello significa: quince días fuera de casa, horas robadas al descanso en hoteles perfectamente olvidables, tensión horaria, cientos de kilómetros en un autobús rodeado de los mismos y hablando de lo mismo, mítines plúmbeos en los que oyes lo que vienes escuchando ocho o nueve veces seguidas, paseos por calles y mercadillos donde sabes de memoria lo que vas a ver, oír y sentir y donde acabas dudando de tu capacidad para dilucidar lo esencial de lo superfluo, presiones indirectas o directas, manipulaciones groseras de los políticos o de los propios compañeros? en fin, todo un maravilloso tratado de la vida cuando la vida diaria vale un voto, una decepción, un aplauso o, como mucho, una esperanza que sabes por experiencia que puede quedarse en nada. Y te han contado tantas y tantas veces que esos comicios son históricos, que nos jugamos el porvenir, que se ventila nuestro futuro para no sé cuantos siglos si sale tal o cual aspirante, que lo anterior no vale ante lo que se avecina, que? Y, aunque seas escéptico y veas crecer tu escepticismo, finges creértelo y lo repites en tus crónicas y preguntas por ello y ves que los demás hacen igual pese a que, en privado, te confiesen un hartazgo idéntico al que le confiesas tú a ellos. Con ese bagaje, y ya fuera de la batalla cotidiana, te preguntas si ahora es distinto. Y te dices a ti mismo que sí, que crees que sí. Por bastantes razones. Vamos con algunas.

1) Por primera vez en unas generales parece que no va ser decisivo el poder de los nacionalistas. Hasta ahora y en casos de ausencia de mayorías absolutas, el papel de bisagra, bien con el PSOE bien con el PP, lo ejercía, ¡¡¡y cómo lo ejercía!!!, CiU secundada por el PNV. O sea, apoyo a cambio de ventajas para Cataluña o País Vasco. Pagábamos todos y cobraban ellos para mantener estabilidad y demás. Hasta hicieron que Aznar hablara catalán en la intimidad. Qué cosas. Si se cumplen los pronósticos, ese papel de bisagra pasarán a desempeñarlo Podemos, Ciudadanos, PSOE o PP, es decir cualquiera de los perdedores en los comicios de hoy. Ojo al dato.

2) Por primera vez no solo se descarta la mayoría absoluta, sino que no hay favorito claro. Por tanto, en las últimas horas se habló más de posibles pactos que de resultados concretos. Todo un síntoma de por dónde van a ir, salvo sorpresas, los tiros a partir de mañana. Lo curioso es que cada uno de los cuatro gallitos ha lanzado al aire hipotéticas coaliciones no para aclarar nada, sino para desgastar al rival. El PP habla de pactos PSOE-Podemos para asustar al electorado de centro; el PSOE lanza el acuerdo PP-Ciudadanos para arañar en el centro; Podemos asegura que votar Ciudadanos es votar PP para llevarse las papeletas de quienes reniegan del bipartidismo y acusa al PSOE de derechizarse para quedarse con el voto de la izquierda y Ciudadanos reniega de PP y PSOE para pescar en la derecha y en la izquierda moderadas. Lo dicho: ha comenzado la especulación sobre los pactos antes de saberse los resultados. ¿Quién nos lo iba a decir hace unos años?

3) Por primera vez hay serias dudas sobre lo que ocurrirá en provincias donde nunca se esperaba que ocurriera nada raro: Zamora, Palencia, Ávila, Segovia, etc. El PP puede perder alguno de los diputados que siempre ha considerado fijos; el PSOE puede quedarse sin representación en alguna circunscripción; Ciudadanos y Podemos aspiran a romper en Castilla y León el duopolio histórico de populares y socialistas. Habría que remontarse al 82 y, especialmente, al 86 para hallar, con el CDS de Suárez como protagonista, algo similar. Y ya ha llovido.

4) Por primera vez, y por desgracia, se ha producido una agresión a un candidato, al principal candidato, a la Moncloa. ¿Un hecho aislado? Sí. ¿Influirá, pese a quien pese, en el ánimo de algunos votantes para apoyar o rechazar? Veremos. Pero parece claro que indiferencia no ha generado.

5) Por primera vez nos vamos a encontrar con un candidato al que rechaza su propio partido. Me refiero al popular, o expopular, o mediopensionista, Pedro Gómez de la Serna que sigue en la lista por Segovia pese a que sus jefes y correligionarios le piden que dimita por sus negocietes comisionados en comandita con el ¿exzamorano? Gustavo de Arístegui. ¿Y si sale elegido? Ay, qué risa tía Luisa.

6) Lo que no cambia es la recomendación-consejo habitual: vayan a votar, no se queden en casa. Y si se quedan, después no se quejen en el bar. Nos jugamos mucho. Como siempre.