O una cosa o la otra, porque ambas son imposibles de conciliar a la vez. O nos decantamos por la rigurosidad de los algoritmos para resolver los problemas que se nos plantean o nos abandonamos a los números cabalísticos y a los arcanos del tarot. Porque eso de pasar de un sistema a otro, y del otro al uno, cuando nos apetece, no conduce a ninguna parte. O rigor y reglas bien definidas o dejarse llevar por el esoterismo.

Viene esto a cuento de los bandazos que dan los partidos políticos para intentar llevarnos al huerto. Cuando están en la oposición dicen que todo es posible, ya que para llevar la contraria no hace falta dominar los diagramas de flujo, ni nada por el estilo. Pero cuando esos mismos partidos dominan el cotarro, entonces ya se plantean hacer determinadas cuentas que deben llegar a cuadrar por lo que se desayunan con ciertas dosis de prudencia. Pues eso, que pasan de la frivolidad a la seriedad, de los números cabalísticos a los algoritmos, en función de la posición que ocupen en el tablero del poder.

En este momento, en el que todos los partidos son oposición, ya que se encuentran pendientes de lo que pueda llegar a suceder en las elecciones del día 20, ninguno opta por el rigor, sino por promesas sacadas de la manga que han escuchado en el mercado o en la cola del autobús. Así que, sin hacer uso de ninguna hoja de cálculo, se lanzan a prometer sin considerar que la cuenta de pérdidas y ganancias tiene que llegar a cuadrar algún día. De manera que mal haríamos si creyéramos sus promesas porque, además de irrealizables, ni siquiera están en el ánimo de quienes las prometen.

Creer que el paso del AVE por Zamora, camino de Galicia, va a resolver de un plumazo los endémicos problemas de la provincia -como repiten machaconamente algunos de los "prometedores"- es algo así como creer en las patrañas del tarot, o ser protagonista de la parodia de "Bienvenido Mister Marshall". Diseñar un plan de rescate, otorgando subvenciones, reduciendo impuestos y cediendo terrenos a las industrias que estén animadas a instalarse por estos pagos sería dar un paso para que algún día, a medio o largo plazo, empezaran a cuadrar las cuentas. De manera que si no llegamos a diseñar ningún algoritmo económico que modifique nuestra estructura industrial, no habrá nada que hacer. Porque lo verdaderamente cierto es que, a pesar de las promesas de anteriores elecciones, este año en Zamora se han perdido diez habitantes por día, siendo además la única provincia de toda Castilla y León en la que han aumentado las cifras del paro, con el agravante de que tales datos no son meramente anecdóticos, sino que forman parte de una tendencia que se viene manteniendo a lo largo del tiempo.

Olvidar que en 2015 la señora Valdeón ha negado a los zamoranos por dos veces - casi igualando a san Pedro- votando en contra de una propuesta que ella misma había defendido cuando era alcaldesa, sería un desatino. Pasar por alto que el presidente Herrera, a propósito de la misma votación -en la que se podría haber dado un importante paso para rehabilitar el puente medieval de Zamora- se puso, una vez más, en contra de los zamoranos, abusando de su voto de calidad, no dejaría de ser una temeridad. De manera que si a las dos más altas autoridades de la región, presidente y vicepresidenta, les importa un carajo Zamora, es para echarse a temblar, porque si nos tratan así los de "dentro", mejor no pensar como nos pueden llegar a hacer los de "fuera", o sea, los del gobierno central. Son solo dos simples ejemplos acontecidos en periodo electoral, en unos días en lo que todo resulta posible. De manera que mejor no pensar en lo que nos espera cuando pase la fiebre de las elecciones. Desafortunadamente, algo parecido podría decirse de dirigentes de otros partidos, que solo tienen en cuenta a Zamora como caladero de votos.

Para aquellos que creen en los números cabalísticos recordarles que la fecha de las elecciones corresponde a los números 2 y 5, o sea que afectará especialmente a aquellos que tengan pendiente de desarrollar su autoestima y que, a su vez, se encuentren insatisfechos con las cosas que están haciendo.