Pues sí, fue un debate a cara de perro, perros feroces, que salieron a por todas, a hacer valer su figura y hacer morder el polvo definitivamente al adversario. Sobre todo por parte de Pedro Sánchez, el candidato del PSOE, el peor valorado en sus careos anteriores con los líderes de Ciudadanos y Podemos, porque el candidato socialista, en tal tesitura, tenía ya poco que perder y más que ganar. Por el contrario, Rajoy parecía relajado, aunque pudiera ser su natural frío y distante, ese tancredismo puro y consustancial, que luego, a lo largo y ancho del cara a cara derivaría en nerviosismo, inseguridad, y falta de recursos y reflejos como mostraban bien a las claras los expresivos primeros planos de su rostro.

Y es que Sánchez salió desde el primer momento al ataque, a un ataque desesperado, que ya anunciaba lo que iba a ser el encuentro al citar de entrada los nombres de Bárcenas y Rato. Ello hizo que Rajoy adoptase enseguida una actitud muy defensiva que dio alas a su rival, crecido por momentos. Fue en esa primera parte cuando iban a ser tratados los asuntos que importan y preocupan a la gente de la calle: el paro, la reforma laboral, las pensiones? y la corrupción. Cada uno de los cabezas de lista del bipartidismo defendió sus actitudes y propósitos a base de datos y más datos, una característica habitual en Rajoy de la que no consigue librarse. Parecía a veces el enunciado de un balance económico, de una cuenta de resultados. En el tema del rescate europeo se enzarzaron reiteradamente, pues para el del PP no hubo tal rescate mientras que Sánchez insistía en que eso, un rescate, fue la ayuda a la banca. Con los dos millones de empleos que dice Rajoy que va a crear se cerró la primera parte.

Y aunque en la segunda mitad el candidato del PP -en tal condición estaba- quiso pasar como de puntillas sobre la corrupción, ahí ardió Troya, pues Sánchez se lanzó directamente a la yugular y le repitió una y otra vez que tenía que haber dimitido como presidente del Gobierno cuando se conocieron los papeles de Bárcenas, hasta terminar diciéndole que no era un político decente. El líder popular quedó muy tocado, descompuesto, fuera de sus casillas, dijo que por eso no pasaba, que hasta ahí se había llegado, y calificó de ruines y miserables las palabras de Sánchez. El cara a cara se hizo entonces especialmente tenso, duro y bronco, sin concesiones, aunque finalizando el debate, con asuntos que poco importaban a la mayoría, las negras aguas volvieron algo a su cauce, en apariencia, pues las procesiones iban por dentro.

Nada ha decidido el careo. Si acaso, que no habrá la gran alianza de gobierno PP-PSOE que todavía remotamente se manejaba. Sánchez ha salido reforzado y escala posiciones su partido mientras a Rajoy se le vio como un político ya amortizado y sin futuro. El ganador del encuentro pareció claramente el aspirante socialista, y así lo reflejaron las encuestas en las redes sociales y en la mayoría de los medios nacionales excepto en los más afines a la derecha. En realidad, los verdaderos vencedores han sido Rivera e Iglesias que mantienen su auge y que pudieran dar forma, con el PSOE, a un gobierno tripartito.