A la vista de las últimas encuestas de intención de voto y visto, igualmente, que los debates decisivos nada parecen haber decidido, todo parece encaminado a dar a entender que las elecciones del domingo van a ser una especie de sorteo anticipado de Navidad, con un bombo y cuatro bolas y en el que todo puede ocurrir, aunque el primer premio esté ya cantado, y en el que al final unos y otros se considerarán más o menos vencedores cuando en realidad los triunfadores o los perdedores van a ser los españoles, según los resultados, según se produzca el cambio y en qué grado.

El gordo, de atender a los sondeos, se lo llevará, sin duda alguna, el partido que ha gobernado estos últimos cuatro años, el PP, aunque no se sabe, en caso de así suceder, cuál será la distancia que obtenga sobre sus tres rivales directos, pues las previsiones varían mucho, demasiado, según quien encarga y paga el trabajo. Por supuesto que el oficialista CIS y los medios de la derecha más conspicua pronostican una ventaja de siete o más puntos sobre el segundo, el PSOE, aunque ello no supondría más que una pírrica victoria que apenas si les proporcionaría de 120 a 127 escaños. Pero otras encuestas de ahora mismo apenas si conceden ventaja de dos puntos como mucho a los de Rajoy, con diferencias mínimas respecto a PSOE y más distantes de Ciudadanos y Podemos, casi igualados los de Rivera e Iglesias. Estos sondeos últimos -ya no pueden hacerse más, según la ley electoral- se han efectuado tras los debates por televisión y registran estancamiento en el partido centrista y una escalada importante en el joven partido de izquierda populista, que no deja de ir a más en la recta final.

Hay para todos los gustos. Y sobre todo, que aunque no obtengan el premio mayor, los rivales del PP pueden alcanzar premios y posiciones tan importantes que les permitirán optar a conseguir sus objetivos de lograr pactos de gobierno y cambiar, en una segunda transición, el mapa político. Fuera de PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos, el resto será una pedrea mínima y de escaso relieve a priori, dada la debilidad de IU y el deterioro de los nacionalismos y sin sitio para UPyD, el otro centro, ni para la derecha de Vox, dos partidos que merecerían mejor suerte pero a los que las circunstancias condenan a esperar y seguir en la brecha a la espera de otras situaciones y oportunidades.

Sobre lo que puede pasar a partir del próximo lunes se ha especulado y seguirá especulándose mucho, porque las combinaciones posibles no son tantas y casi quedan reducidas al acuerdo PP-Ciudadanos o bien al tripartito de centroizquierda PSOE- Ciudadanos-Podemos completando la mayoría absoluta. Pero Rivera insiste que no pactará ni con unos ni con otros. Una abstención del centro que podría dar paso a una coalición de izquierdas de mayoría simple con PSOE, Podemos e IU. Sin descartar totalmente tampoco una gran coalición de última hora del PP con los socialistas, aunque en principio parezca imposible. Pero todo es posible en política y con el poder en juego.