Va a haber muertos políticos, seguro, y no pocos, pero aún se desconoce su identidad. Víctimas políticas y acaso empresariales, porque se prevé una crisis entre las empresas de sondeos demoscópicos que no acierten ni una en estas elecciones. Es tal la disparidad de pronósticos que inevitablemente algunas quedarán de pena. Otra cosa es que haya empresas de sondeos para las que el negocio no sea acertar el vaticinio, sino alterar el clima electoral acosando a unos o a otros, según el encargo.

Eso es lo que cree el entorno de Pedro Sánchez, el más atacado desde todos los frentes. Para Pablo Iglesias, "Pedro quedó mal en el debate a cuatro de Atresmedia y quizás el PSOE hubiera debido enviar a Susana Díaz". Piadoso, como se ve. Albert Rivera quiere morderle electorado por el centro y Rajoy, según denuncia Alfredo Pérez Rubalcaba, azuza a Podemos contra los socialistas como demuestra el que, al saludarlo en el Congreso el día de la Constitución, le dijo "Vas muy bien, Pablo". Es como la reedición de la pinza. O como dijo Rubalcaba en Antena 3 TV "cuando Iglesias habla de asaltar el cielo, quiere decir asaltar Ferraz".

Narciso Michavila, un encuestador solvente, estima que, según sus datos, "el PP quedará como primer partido y el PSOE segundo". Los ataques "reaniman a unos militantes y simpatizantes que con la ofensiva han despertado y por fin hacen campaña", según el senador Óscar López Agueda, encargado en la campaña socialista de los debates electorales. Su electorado estaba frío y su líder tiene dificultades para emocionarlo. Quizás por eso, al día siguiente del debate en Atresmedia, se vio a un Pedro Sánchez en el mitin de A Coruña enardecido. Oído en la radio casi asustaba porque nunca había hablado así. Visto en televisión ya cuadraba más y quizás movilizaba a los suyos. Lo veremos.

La impresión, a una semana vista del 20-D, según encuestas que no se publican, es que el PP tiene más intención de voto de la que se detecta y el PSOE también. Será un cambio espectacular pero no un vuelco como para que la presidencia del Gobierno esté en manos de un partido nuevo. Sin embargo, el panorama cambiará radicalmente en algunas provincias y los cronistas parlamentarios esperan una renovación de más de la mitad de diputados entre los nuevos y los fulminados por el cambio que se está produciendo. Quienes no obtuvieron buen puesto de salida en las candidaturas corren serio peligro, entre ellos algunos de los sonados fichajes como el teniente general Julio Sánchez, segundo por Zaragoza por Podemos, o aquellos diputados del montón que siempre iban segundos en las provincias pequeñas por el PP o por el PSOE y que ahora peligran porque el resultado puede ser un empate a tres: PP-Podemos-Ciudadanos. Multipliquen todo eso por tres docenas de provincias más la irrupción de los nuevos partidos en las capitales y la renovación está servida.

Pero el cambio que se avecina ya lo vivimos desde las europeas de mayo de 2014. Fue el pistoletazo para una sucesión de acontecimientos: la abdicación del rey, la dimisión de Rubalcaba, la autoinculpación de Pujol, la eclosión del independentismo catalán y el asentamiento de Ciudadanos y Podemos en las elecciones municipales y autonómicas.

Hoy Pedro Sánchez se juega su última baza de calibre en el cara a cara contra Mariano Rajoy. Ambos preparan intensamente este duelo. Confían en que la ciudadanía perciba esa noche que el futuro presidente del Gobierno está sentado en esa mesa. Independientemente de las escaramuzas del Partido Popular para debilitar a Sánchez, prefieren a un líder de la oposición capaz de proponer pactos de Estado, como el sugerido por Sánchez y Antonio Hernando frente al desafío yihadista, antes que a otros jóvenes políticos menos previsibles. El empresariado parece que también, aunque simpatice con Rivera. El electorado lo dirá el próximo domingo. Cuenta atrás y máxima emoción.